La Torre

Están en algún sitio/ nube o tumba

Están en algún sitio/ estoy seguro

Allá en el sur del alma.

Mario Benedetti

 

 

¡Y vamos entrando, mierda! Que aquí de raíz se quita la mancha. Caminó atacado por un fierro punzante en su nunca y de nuevo se encontraba en manos del rival, y vamos dándole cuerda a todos los hechos que han de ocurrir, y vamos dándole aguante a lo que hay que pasar. Tapada la mirada lo llevaron al umbral de la torre, de tener el sol en su cabeza pasó a tener una oscuridad absoluta. El aire seco, el polvo aromático y la fragancia de cuerpos pisados comenzaban a tener presencia firme en la torre. ¡Avanza, carajo, que no estoy jugando! ¡Se acabó el jolgorio y se acabó el juego, comunista conchetumadre! Y los aviones que pasan afuera, y la señora que se tapa el oído, el vaso de vino que tirita y se derrama como sangre en el piso de la casa. La bomba que cae, el fuego que abraza, la vida que acaba y la muerte que enciende. La torre tenía un piso de carne, un piso endeble, donde cada paso del soldado se evidenciaba una espalda crujiente por derribar. Y vamos de nuevo con el daño. ¡Mátame po', hueón! ¡Mátame po', milico de mierda! Y vamos de nuevo con las patadas en las canillas y la metralleta en la espalda. Vamos nuevamente con el dolor punzante en la espalda y el arrodillarse en ese piso sangriento. Vamos de nuevo con todo. ¿¡Qué dijiste, revoltoso de mierda!? ¡Mátame po', milico hijo de puta! Y vamos nuevamente con el jueguito. Y vamos dándole cuerda al de verde. ¡Sube, mierda! La escalera caracoleada tenía escalones firmes, por cada piso cien detenidos, por cada piso doscientos desaparecidos, por cada piso mil generales, por cada piso tres mil tanques. Y vamos de nuevo con el dolor, y vamos de nuevo con el fuego en la espalda, ese que por más que te escapas no puedes y que ni el orgullo te hace callar. Y de nuevo nos vamos con el tiraje de cabello que la fuerza humana da pa’ tanto, incluso para quitarlo de raíz y sangrar un poco, y seguimos con los puños cerrados en la cara y la boca que se rompe, y no para porque al milico le gusta pegarme en la entrepierna cosa que quede inmóvil y con la mirada al firmamento y vamos de nuevo con el proceso en reversa y casi ni doloroso, porque después de tanto golpe el cuerpo no siente diferencia entre uno y otro. La torre en su forma roja y alargada tenía como destino final el último piso. ¡Te van quedar ganas de revolver el gallinero, mierda! Y la patada que acompaña al insulto y de boca al suelo, y el diente que rueda por las carnes humanas que va dejando el paso de las escaleras. Y sigue subiendo que aquí no se para, y sigue subiendo que esto comienza, y sigue subiendo que desaparecerás, y sigue desordenando el país, sucio de mierda, que esto te espera. Los aviones siguen aterrizando en la cabeza de mis viejos, de mis hermanos chicos, que aquí el orden se instala y se soluciona. Que la mancha se quita de raíz y se elimina desde ya, y sigue temblando con los tanques que se pasean como cual micro sigue su recorrido, y vamos arrancando pa’ la casa que el toque de queda ha de comenzar y los milicos se ponen bravos, carajo. Y el tanque que sigue llenando espacios y las metralletas que comienzan a disparar ausencia de palabras ensordecedoras donde desde lo alto de cada torre el cuerpo humano cae de plomo como cual de trapo fuera, y vamos matando todo lo que se mueve sospechoso y todo lo que se supone que habla. Y vamos matando el gen marxista y el gen revolucionarlo. Y lo subversivo se mata desde la raíz. Y la mancha se quita desde la raíz. Y vo’ sigue subiendo, mierda, que no te he dicho que pares. Y las piernas que no me dan más y el milico que me da dos más en la espalda y vamos avanzando hasta llegar arriba. Subió hasta el último piso donde el olor a cuerpo quemado yacía desde hace bastante rato, hace un par de horas. Mi mamita que debió advertirme esto diez veces, otros once años le costará entenderme y otra vida entera encontrarme. Y vamos de nuevo con los cachazos y los golpes a puño limpio y con la misma metralleta. Y vamos eliminando el gen marxista, el gen revolucionario porque la mancha se quita de raíz. Y me aprietan la mano izquierda al borde de la explosión con una cuerda y con la otra también. Siento mi mano roja y palpitante. Y vamos con los pies fracturados que no deben doler menos. ¡Vamos, aprieta más fuerte que eso está muy débil! Y vamos con otro apretón y vamos con otro dolor. Habla ahora po’, comunista de mierda. Y hablo de nuevo po’, milico asesino conchetumare. Y como si el cuerpo estuviera suspendido en tal atmósfera, la misma que en el entorno huele a pólvora, muerte, a vida, a risa y a pena, es rociado de bencina. Como cual crucificado me siento, y en tus manos estoy, milico del carajo. Y sigue hablando, mierda, que peor será. Y sigo hablando. Y cállate, carajo. Y no me callo. Y rebelde todavía. No lo dudes. Suspendido en el aire se queda para vociferar lo que no alcanza porque el milico prende el encendedor y adiós gen marxista, adiós gen revolucionario. Y que empiecen los gritos, que empiece el carnaval y que empiece uno más. Y vamos dándole bombas al exterior, vamos con los tanques y vamos a tomarnos las calles que gente ya no queda. Y el boletín de las noticias que se apaga de a poco y mañana el diario oficial que titulará que la falta de alimento ha terminado. Y vamos con las mentiras que aún quedan. Y vamos con el fuego que aún quema. Y el grito se empapa en la torre, en el suelo humano y vamos de nuevo mirando con morbosidad la batalla ganada y el sabor a poder que se siente. Y la torre que arde en llamas desde lo alto y la torre que arde en vida, que arde en muerte, que arde en justicia y arde en injusticia.

Porque hay que eliminar el gen marxista, el gen revolucionario. Porque la mancha hay que quitarla de raíz.