Amada amante
<< Quemaré toda la ciudad
Antes de caer, no me hundiré jamás, no voy
a caminar hacia el abismo,
No soy el mismo, no soy el mismo, no soy el mismo... >>
<< Esto apesta... apesta, vaya que apesta... >>
<< En un mundo tan ingrato,
solo tú amada amante,
lo das todo por amor...
Amada amante...
Amada amante... >>
"Roberto Carlos, Amada amante"
Brisa marina de madugrada, intensa, era la antesala de todo.
Minutos antes los recuerdos abundaban; aquellos recuerdos en moto con cabello al viento y la locura que se sentía en el aire. No sólo locura sino complicidad, la complicidad de amante. El amor entre ellos era férreo y se complementaba con la locura mencionada; mucho dirían la mezcla perfecta pero también puede ser fatal, un amor imposible puede llegar muy lejos.
Frente a una de las tantas vistas al mar del litoral central se encontraban las dos motos, testigo de cada encuentro pasado, y los dos amantes. Bajo la vista se encontraban las innumerables rocas que en cada marea chocaban fuerte contra estas. La brisas del choque entre las rocas y el mar eran perfecta para lo que sucedería.
Sin duda, la locura era como la gravedad, sólo necesitaba un empujoncito.
Manos atadas al manubrio de la moto; los pies a la parte baja de esta y la boca tapada con cinta. La pistola estaba frente a su rostro.
Mi amor, vamos, acelera ahí nuestro amor se vivirá sin ser prohibido. Vivamos nuestro amor en la eternidad, dijo. Sus ojos verdes se agrandaban más y parecía ser un maniático con ella. Nunca lo había visto así. Ella lloraba, asustada. Vamos mi amor, hazlo nos amamos, sólo hazlo. Los ojos maniáticos seguían y el llanto igual.
Él accionó el acelerado, ella ni pudo soltar el grito, y la moto voló por los aires por unos segundos, luego diagonalmente abajo cayó en las rocas.
Con los ojos verdes mojados hizo el mismo procedimiento y esta voló por los aires para terminar en las rocas.
Sus últimas palabras fueron: En la eternidad mi amor, en la eternidad nuestro amor será libre.
El mar se llevó ese amor tan fuerte y único, se lo llevó a la eternidad donde seguramente el amor con su amada amante no sería prohibido. Donde por fin podrán amarse libremente como nunca antes pudieron hacerlo.
Antes de caer, no me hundiré jamás, no voy
a caminar hacia el abismo,
No soy el mismo, no soy el mismo, no soy el mismo... >>
<< Esto apesta... apesta, vaya que apesta... >>
<< En un mundo tan ingrato,
solo tú amada amante,
lo das todo por amor...
Amada amante...
Amada amante... >>
"Roberto Carlos, Amada amante"
Brisa marina de madugrada, intensa, era la antesala de todo.
Minutos antes los recuerdos abundaban; aquellos recuerdos en moto con cabello al viento y la locura que se sentía en el aire. No sólo locura sino complicidad, la complicidad de amante. El amor entre ellos era férreo y se complementaba con la locura mencionada; mucho dirían la mezcla perfecta pero también puede ser fatal, un amor imposible puede llegar muy lejos.
Frente a una de las tantas vistas al mar del litoral central se encontraban las dos motos, testigo de cada encuentro pasado, y los dos amantes. Bajo la vista se encontraban las innumerables rocas que en cada marea chocaban fuerte contra estas. La brisas del choque entre las rocas y el mar eran perfecta para lo que sucedería.
Sin duda, la locura era como la gravedad, sólo necesitaba un empujoncito.
Manos atadas al manubrio de la moto; los pies a la parte baja de esta y la boca tapada con cinta. La pistola estaba frente a su rostro.
Mi amor, vamos, acelera ahí nuestro amor se vivirá sin ser prohibido. Vivamos nuestro amor en la eternidad, dijo. Sus ojos verdes se agrandaban más y parecía ser un maniático con ella. Nunca lo había visto así. Ella lloraba, asustada. Vamos mi amor, hazlo nos amamos, sólo hazlo. Los ojos maniáticos seguían y el llanto igual.
Él accionó el acelerado, ella ni pudo soltar el grito, y la moto voló por los aires por unos segundos, luego diagonalmente abajo cayó en las rocas.
Con los ojos verdes mojados hizo el mismo procedimiento y esta voló por los aires para terminar en las rocas.
Sus últimas palabras fueron: En la eternidad mi amor, en la eternidad nuestro amor será libre.
El mar se llevó ese amor tan fuerte y único, se lo llevó a la eternidad donde seguramente el amor con su amada amante no sería prohibido. Donde por fin podrán amarse libremente como nunca antes pudieron hacerlo.
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