Perlas
De
cierto modo me culpo por haberme fijado en tu sonrisa. Cometí el grave error de
obsesionarme con esa unidad de dientes. Y no porque fueran blancos y perfectos,
sino porque los quería. Yo quería esos dientes para mí. No te quería a ti ni
tus discursos terribles sobre nosotros ni menos tus contemplaciones sobre el
futuro. Yo quería esos dientes amarillentos y medianamente perfectos. No crea
usted que lo hago por mera pretensión o por locura, porque de loco no tengo
nada. Hago mis obligaciones todos los días, respiro, trabajo, soy hijo, hermano,
tengo sexo, finjo que amo y todo lo mundano predecible. Nadie más que yo me
puede culpar por esta fijación que tengo por tus dientes. A ratos siento que te
beso solo por el hecho de introducir mi lengua por esos dientes tan bellos; tú
me miras con amor por esos besos, yo solo miro tu sonrisa. Como dije
anteriormente, no es mera pretensión. Odio mi sonrisa, odio tener que sonreír
al mundo porque debo hacerlo, detesto tener que reír por chistes fomes, tener
que reír en mi trabajo y en mi hogar, odio reírme de las alegrías y por el
contrario odio no poder reír cuando quiero hacerlo. ¿Por qué no reír de la
desgracia ajena? Me hacen sentir diferente cuando soy uno más de ustedes. En
cambio tú te ríes plácida. Te ríes contenta, te ríes porque quieres y porque lo
disfrutas, tu risa contagia (la mía no), tu risa es sincera. Por eso quiero tus
dientes, porque son tus dientes los que contagian, contentan, disfrutan… y si
yo los tengo sé que podrán hacerme sentir uno más. Por eso que decidí planear
fríamente el secuestro de tu dentadura. Pensé realizarlo fácilmente pegándote
un tiro y quitártelos sin tu mayor oposición, pero eso resultaría fácil y no me
haría reír por última vez. Así que decidí planear fríamente cómo robar tus
dientes. Te invité a una cena donde pude ser el hombre más romántico del mundo
y tú me creíste. Sonreí frente a ti hasta que tú me mostraste tu sonrisa y
opacaste la mía. Cuando la vi no pude evitar sentir deseo. Sentí ganas de
estropear todo y sacártelos ahí mismo,
pero el amor a lo estructurado y mi amor a tus dientes me permitió pensar
mejor. Esbocé mi primer te amo hacia ti solo para verte sonreír y lo hiciste.
Por lo pronto te llevé a mi casa luego de que te obligara sutilmente a emborracharte.
Verte en ese estado sí me proporcionaba gracia, hasta ironía. Fue un trabajo duro, debo admitirlo, pero el
fin justifica los medios. Cuando nos proponíamos hacer por primera vez el amor
tú comenzaste a sonreír más de la cuenta y eso me gustaba a medida que
continuabas con la horrenda lucha de sacarte tu ropa. No me gustaba esa
intimidad, me gustaban tus dientes. Así con felicidad te golpee tu cara con mi
puño. No fue difícil que cayeras de bruces aniquilada por aquel golpe, puesto
que estabas lo suficientemente borracha. O sea, tuve un grado de consideración
contigo y lo atribuyo a que me encariñé por llevar bonita dentadura. Rasguñé tu
encía con cierta profundidad, tanto así que mi uña se incrustó en la parte
superior de tus paletas. Las fui presionando y soltando tu diente con tal
fuerza que hasta yo desconocí mis capacidades. Todo era producto del amor,
aunque tal vez era pasión. La línea
delgada de la pasión y amor que sentía por esa sonrisa se volvía desenfrenada.
Por cierto que gritaste y te hice tragar alcohol para callarte. Insisto, mis
consideraciones y hospitalidad contigo era mejor de lo pensado. La
imposibilidad de arrancarlos todos con mi fuerza, porque logré sacar un par, me
hizo tomar un alicate para cumplir mi tarea a cabalidad. Estoy seguro que te
desmayaste porque sangrabas y no reaccionabas. Uno por uno, a medida que
recordaba tu sonrisa, fui sacándote los dientes y poniéndolos en agua para
limpiarlos. Uno por uno mientras recordaba nuestro amor y todas las
simulaciones de un futuro fallido. Ahora podría, sin lugar a duda, reír con un
mejor desplante, ahora creerían mi sonrisa falsa y la haría con más placer. Al
cabo de unos minutos no reaccionaste más pese a las cachetadas que te di, tengo
la imagen de ver tu boca con un rojo púrpura y mi cama manchada. No importaba
ya, porque retiré mi placa y como si fueran míos me incrusté tus dientes en mis
encías planas. Sangré, por cierto, pero ya no me importaba porque ahora podría
mentirle al mundo con la mejor sonrisa que tú alguna vez me cediste.
negrooo que historia más buena !!!!! te juro que me gusto mucho como que de verdad dabas la impresión de psicopata obsesivo y el final esta parte me gusto demasiado " Sangré, por cierto, pero ya no me importaba porque ahora podría mentirle al mundo con la mejor sonrisa que tú alguna vez me cediste." Estas escribiendo muy bien, en que te inspiraste para escribirla? . te quiero negro <3
ResponderEliminarPd: espero algún día leer un libro tuyo :D