Cuatro en uno.
domingo 1 de agosto de 2010 a lunes 9 de agosto de 2010.
Para mí es el mejor escrito logrado...
PRIMERA PARTE: "Un culpable, un tren y cuatro personas"
Cuando descartas a alguien es el primer paso para el error, el acierto o simplemente la desconfianza...
Metro de Santiago, Santiago de Chile 23:30. 2 de agosto del 2010.
Cuando Amaya bajó corriendo por las escalera del metro vio que al frente de ella la luz roja y el ruidoso pito indicaba que las puertas, del último metro del día, se cerraban; sincrónicamente lo hizo cada puerta.
Una mano apareció frente a ella con un pedazo de género y luego presionó contra su cara tapando su nariz, ese fue el hecho que marcaría su día y sin duda traería más de una situación sospechosa.
Cuando el reloj marcaba las 00:32, sus ojos de a poco comenzaban a abrirse y, a la misma vez, ver borroso el contorno. Cuando logró totalmente dilucidar el lugar, se encontró con la mayor de sus sorpresas: El metro empezaba a arrancar, desde la estación Tobalaba, tomando una velocidad más rápida que la de costumbre; se encontraba vacio el tren excepto de tres personas que la acompañaban. Uno de ellos visiblemente era carabinero; otro por la vestimenta, por la capucha y sobre todo por el cuchillo en la mano que llevaba era delincuente y el último hombre estaba de terno, y si no fuera por su placa ella no hubiese sabido que era detective, es decir, hombre de la PDI.
Los cuatro tomaban las distancias pertinente y las preguntas ya se empezaban a hacer presentes:
- ¿Qué hago aquí? ¿Quién me atacó? ¿Quienes son ustedes? Qué hacen aquí? -dijo Amaya.
- ¡¡Ya mierda!! Aquí las reglas las impongo yo, quedense quietos y ningún movimiento que el fierro lo tengo acá y no le conviene irse contra la mayor autoridad -mientras sacaba un celular y mostraba su placa -¿Quién es el culpable? -lanzó el agente.
- Bajen las armas y vo' el cuchillo conchetumadre. ¿Quién fue?- mirando con una cara de molestia al detective, dijo el carabinero-.
- El que se mueva lo mato altiro. ¿Quién chucha me trajo aquí?- terminó con las acotaciones el delicuente-.
La luz se apagó, mientras que por el micrófono, que se usa para anunciar cada estación de metro, una voz ronca y misteriosa dijo:
- Muchas interrogantes para tan pocas personas.
La luz apagada se mantuvo por cinco minutos mientras Amaya gritaba y el delincuente lanzaba sus garabatos; las pistolas del carabinero, agente y delincuente brillaban en la oscuridad.
La luz se prendió, el detective marcó desde su celular hacia su institución, luego al 133, pero de nada servía: NO HAY SEÑAL, claramente era lo que se notaba desde su celular.
Cuando iban pasando la estación Simón Bolívar, todos quedaron mirándose uno con otro y el que rompió el silencio fue el detective y dijo: Uno de ustedes, poniendo en duda también al carabinero, es el culpable de todo este macabro juego. Todos se miraron con todos. Todo apuntaba a que podría ser el delincuente, pero aquí nada es lo que parece. Sin duda el detective tenía razón, uno de ellos CUATRO, incluyendo al investigador, podría ser: ¿Quién?. ¿Por qué? y ¿Cómo lo hizo?.
Continuará...
SEGUNDA PARTE: "Velocidad, ataque y un mentiroso"
Sin darte cuenta estas conviviendo con el enemigo; el enemigo que puede ser tu mejor amigo...
Metro de Santiago, Santiago de Chile 02:43. 3 de agosto del 2010.
El escenario era el siguiente: Amaya, sin ningún arma, estaba aferrada a los fierros que estaban apegados a las sillas; el detective pegado a la puerta con el brazo estirado y apuntando a los tres restante cada cierto rato, más cercano al agente estaba el carabinero alarmado, con pistola en mano, por la presencia de todos y con cierta rabia por la altanera forma de ser del detective; el delincuente con el cuchillo en la izquierda y la pistola en la derecha. A ratos el tren se oscurecía, de forma leve, cuando pasaba por los túneles y ahí todos se intimidaban.
El tren de un momento a otro comenzó a aumentar la velocidad, para luego, frenar en seco y lanzar lejos a las cuatro personas que se encontraban ahí. El tren frenó en medio del túnel, que a esa altura nadie sabia cuál era la siguiente estación, y todos quedaron perplejos con lo que ocurría.
La misma voz de la vez anterior se volvió a escuchar en el tren: CUATRO, TRES, DOS, UNO... y las luces se apagaron, todos asustados de manera igualitaria, y empezaron los gritos al unísono de las cuatro personas: ¡¡¿Qué chucha?!!, ¡¡¿Qué mierda?!!, ¡¡la luz!!. Después de ciertos minutos, que no fueron pocos, se escuchó el grito de Amaya, un grito desgarrador y que hasta se podría interpretar de dolor. Después de aquel grito las luces rápidamente volvieron a encenderse pese a que el tren seguía detenido; la sorpresa para todos es que la única mujer del tren se encontraba con un corte horizontal, no tan profundo, que sangraba en demasía; al parecer el arma utilizada era un cuchillo y todo esto se comprobó cuando en el medio del lugar se encontraba ese cuchillo bañado en sangre; rápidamente las miradas apuntaron al delincuente, ¿Quién más tenía el cuchillo?, él mirando a todos, apuntando con el revolver y tirándose para atrás a la misma vez. Empezó a tartamudear y a gritar: ¡Yo no fui! ¡por la chucha, yo no fui! Alguno de ustedes me quitó de la mano el cuchillo y atacó a ella, pero yo no fui; uno de ustedes fue, yo no.
La mujer se sacó su chaleco, por consiguiente, se lo puso en el brazo presionando la herida y empezó a repetir varias veces: ¡no me hagan nada! El detective y el carabinero se miraron y juntos se acercaban a el delincuente, el tipo con el arma dijo: no se acerquen sapos culiao, que yo no fui...quizá uno de los dos fue y se está haciendo el huevón. Ambas autoridades se miraron con enojo y se disponían a avanzar con todo hacia el delincuente pero en ese instante el tren agarro una velocidad incontrolable e indescriptible y ahí todos empezaron a gritar. De manera súbita todos se cayeron al piso del tren y todos se golpearon muy fuerte. Cuando el tren disminuyó la velocidad se pudo divisar que se encontraban en la estación Grecia.
Amaya aún en el piso, bastante adolorida, sangrando y golpeada, observó que debajo de los asientos del metro había un arma o, más bien dicho, dos arma: una pistola, que era mejor que la de los demás y un palo de tamaño respetable; con el descuido de los demás ella aprovechó de tomarlas y mantenerlas en su poder. El pensamiento de ella era claro: alguien planeó esto y todo estaba puesto en su lugar dejando nada al azar, muy equivocada no estaba, pero ella se preguntaba ¿por qué la favorecerian a ella? Muchas preguntas para ninguna respuesta.
La herida estaba protegida, por lo menos por un tiempo lo iba a estar, ella se quedó mirando a todos mientras el detective y el carabinero se disponían, nuevamente, a ir en contra del delincuente; fue en ese momento que el tren se detuvo en la estación Los Presidentes. Ya eran las 03:07 am, el lugar estaba oscuro, y Amaya lanzó: no me vengan a pasar por imbécil, el próximo que me ataque no duden que ocuparé esto (enseñando las armas que tenía). El metro se detuvo ahí, se veía poco y nada, luego empezó a emprender el viaje. Todos se miraron y el agente como vio que estaban en un lugar despejado (por el trance entre las estaciones Los Presidente y Quilín) sacó su celular y cuando se dispuso a marcar el tren nuevamente agarró una velocidad tremenda hasta llegar al punto de que el celular volara y quedar sin ningún tipo de comunicación. Llegaron a la estación Quilín donde ahí no se veía nada, todos asustado retrocedieron y cada uno con su arma protegiéndose. El agente dijo: ¡el celular! ¡el celular! ¡por la mierda! ¡el celular no sé dónde está! Mientras dijo esas palabras, ahora se escuchó un disparo y el grito esta vez fue del delincuente, las luces del tren se encendieron y el delincuente se encontraba sentado apoyandose en la puerta del tren con el brazo baleado y con el cuchillo con sangre al lado de él, al parecer volvió a agarrarlo para tener armas para protegerse. Las miradas se fueron hacia el carabinero. La pistola descansaba en el suelo.
Antes todo apuntaba al delincuente, ahora al carabinero; cada minuto que pasaba se volvía más confuso y claramente estaban conviviendo con el enemigo.
¿Quién atacó a Amaya? ¿Quién disparó al delincuente? ¿Quién es artífice de todo esto? Preguntas que, como las demás, aún no tienen respuestas.
Continuará.
TERCERA PARTE: "Te conozco, ¿Qué ocultas?"
"Cuando crees conocer lo visible no conoces nada, menos lo invisible"
Metro de Santiago, Santiago de Chile 03:29. 3 de agosto del 2010.
El delincuente daba gritos de dolores, la sensación que había en el ambiente era absolutamente inefable.
La luz nuevamente se apagó y se oyó la voz diciendo: uno de ustedes es, entre ustedes hay personas que se conocen.
Todos se miraron, pero rápidamente volvieron las miradas al delincuente como si no hubiesen tomado en cuenta las palabras dichas. Él se encontraba en el suelo y al parecer la herida no es tan grave porque la bala rozó el brazo, pero aún así salía sangre; tal cual como lo hizo Amaya, se sacó su polerón y lo presionó contra su brazo para luego lanzar: ¡ah, cresta! ¿Qué culiao fue?- mirando al carabinero-, todos se miraron y como en toda la madrugada se hicieron para atrás. El carabinero dijo: yo, yo...yo no fui. el tren comenzaba nuevamente a emprender su viaje.
El malhechor dijo: ¡Ya, me cansé de esta wea!, aquí lo que...
Y el agente le dijo: vo' mierda, vo' nos quieres hacer creer que te dispararon cuando quizá fuiste vo' mismo. Todos se quedaron en silencio, Amaya fue la encargada de romperlo: ¿Quién se conoce?, todos se miraron asustados, ¿Quién mierda se conoce? Ahí se le vino imagenes de antes a la mente a Amaya.
- Tú, tú conchetumadre; tú me venias siguiendo antes de entrar al metro (apuntando al delincuente); todos miraron al bandido, él se quedó perplejo y tiritando, a la vez mirando al agente y al carabinero.
Cuéntanos qué traías en tu bolso y qué eres, contraatacó el bandido.
Amaya agarró con fuerza el palo y lo tiró en contra del delincuente, por primera vez alguien visible a la luz se tiraba en contra de otro, este se alcanzó a mover y el palo llegó al suelo.
-¡Calma, calma!... qué está pasando con ustedes, alguien atacó a este imbécil y yo no fui porque estaba tratando de agarrar el celular, ... o quizá fuiste tú mismo. ¿Qué saben el uno de el otro?- Terminó diciendo el hombre de la PDI-.
- Y ustedes... qué hacían hablando afuera, pensé que no se conocían- Dijo el malhechor dirigiéndose hacia el detective y el policía-.
Ellos lo miraron como si hubiese sido una traición del delincuente hacia cada uno. Las caras de ambos se desarmaron al oír esto.
La voz se escuchó, al mismo momento que luz se apagó y el tren tomaba más velocidad, dijo: mucha información.
La luz se apagó y se escucharon gritos de los cuatro. Sin duda algo ocurría. Se encendió la luz y se encontraba tirado, con sangre en la cabeza, el agente; el carabinero con golpes en la cara y sangre en la nariz. Mientras que Amaya y el delincuente estaban tirados en el suelo.
Todos heridos: Amaya totalmente despeinada con el brazo herido y sin el palo, el delincuente herido también del brazo, el agente con sangre en la cabeza y el presunto motivo sería que alguien le pegó con el palo; el policía con sangre en su nariz y la cara golpeada, al parecer lo dañaron a puño.
El palo, la pistola, el cuchillo estaban en el medio del vagón, mientras que el agente estaba tirado al lado de las sillas apoyado en la puerta, más centímetros hacia el lado el carabinero en el suelo y al frente de ellos el delincuente sentado y con gestos de dolores. Amaya se encontraba un poco más lejos de todos. Todos estaban armados con pistolas menos el carabinero. Amaya, el agente y el bandido se dieron cuenta de algo en común: ya no habían balas y se suponía que la de al medio,que nadie se atrevió a buscar, tampoco tendría.
El tren seguía avanzando, el día ya iba a aparecer... y se encontraban en Los Quillayes.
- Esto le va a costar caro culiaos, estoy perdiendo la paciencia y atacaron a la autoridad máxima de este país de mierda -dijo el agente. El carabinero complementó con una mirada despreciativa al detective y dijo: - Por la mierda, ¡¡¿quién es el que está haciendo esto..., quién está detrás de esto?!!
- ¿Por qué se conocen ustedes dos?, lanzó Amaya.
- ¿Por qué te conoce un DELINCUENTE?- remarcando aquella palabra -respondió el detective, hacia la pregunta de Amaya, tratando de ponerse su chaqueta en la cabeza. El carabinero también agregó (hacia el bandido):
- ¿Por qué la seguías?
El policía ya no podía hablar. Todos se preguntaban con todos, pero no había alguna respuesta.
El metro en pocas horas abriría las puertas a su gente, ¿qué pasaría?; eran las 5:15 y ya iban en Elisa Correa.
La luz se apagó y rápidamente se encendió, al medio aparecía una cartera. Todos se miraron, como en la mayoría de la noche, y Amaya se lanzó más veloz que todos hacia aquella cartera, pero el delincuente la atrapó antes y dijo: reconoces esto, mirando a Amaya. Esta es tu cartera, el delincuente se disponía a abrirla y a sacar todo, en ese momento Amaya se tiro en contra del delincuente, pero el carabinero se lanzó en contra de esta afirmándola y finalmente las cosas de la cartera cayeron al piso...
Todos miraron perplejo el hecho, todos miraron a Amaya.
- No...no, no es lo que piensan, yo no cree esto... yo no tengo culpa de nada, mientras retrocedía y caían las primeras lágrimas de la madrugada...
Todos estaban heridos, pero alguien se hizo daño propio: ¿Quién? Al parecer todos ocultan algo ¿Qué es? ¿Por qué se conocen entre ellos? y ¿QUÉ HAY EN LA CARTERA DE AMAYA?
CONTINUARÁ... (próxima parte y FINAL)
Este final dedicado a la persona que siempre lo esperó y me ayudó...
CUARTA PARTE Y FINAL: "La venganza perfecta"
"Si vas en metro, en hora punta, y piensas que eres un perfecto desconocido en medio de la masa de gente... es el primer error"
Metro de Santiago, Santiago de Chile 04:38. 3 de agosto del 2010.
Tres bolsas de pasta base, envueltas, estaban en el piso; los primeros secretos salían a la luz.
- ¿Cómo salimos de aquí pendeja de mierda?- Dijo el detective -.
- ¿Por qué no les dices que nos conocemos?- le dijo Amaya al bandido-.
Todo estaba confuso, ahora las miradas estaban entre el delincuente y Amaya.
- ¡Yo puedo explicar lo de mi bolso, pero yo no hice nada!- dijo-.
- Puta de mierda- dijo el agente.
- ¡Yo no fui les dije! ¡¡Uno de ustedes fue y me estan cargando a mí...!!- respondió ella-.
- ¡Excusas, puta!- respondió el otro-.
A las 6:00 am ya estaban en Las Mercedes, una más y llegarían a puerto final.
- ¡Ustedes dos nos metieron aquí! Si quieren salir libre de problemas judiciales dejen que salgamos de acá- dijo el hombre de la PDI-.
- Yo no fui por la mierda, YO NO FUI- decía Amaya-.
- Yo tampoco fui, mierda. No mientas, tú fuiste, Amaya... ¡¡Sácanos de aquí!!!.
Llegaron a PLAZA PUENTE ALTO, fin de las estaciones. Ahí se cortó la luz y se escuchó la voz: tarde, el viaje ha terminado.
Luego de unos minutos se escuchó el ruido, seguía todo oscuro, de las puertas. Nadie hizo nada. La luz se encendió, todo estaba igual, todos en las mismas posiciones.
- Ya, yo cumplí- dijo el bandido totalmente nervioso-.
- Cállate- le dijo el agente mientras se paraba el carabinero-.
Todos se pararon y se iban acercando hacia Amaya.
- Yo no fui, les juro que no...no...
En el fondo se escuchaban unos pasos firmes. Avanzaba y avanzaba. De corbata, bien vestido y con una placa colgando; la risa de aquel hombre se escuchó fuerte. Amaya todavía no veía nada porque todos (el delincuente, el policía, el agente) le tapaban la vista.
- Muchachos permiso- dijo el hombre-.
Amaya por fin lo vio, su cara se desmoronó. Empezó a tiritar de forma increíble, estaba pálida.
- No creo que sea necesario que me presente, si con tanto chantaje te sabes mi nombre al revés y al derecho o no, puta asquerosa-.
Le mostró su placa donde claramente se dilucidaba: Sergio Román, Prefecto.
Aunque intentara hablar no podía, trató de moverse, pero el detective la agarró de un brazo mientras que el carabinero del otro brazo; el delincuente le entregaba un cigarrillo al prefecto y se lo encendía.
- ¿Cuánto me cobraras ahora por echarme un polvito contigo? ¿Sigues cobrando lo mismo?- riéndose-. ¿Por qué mierda me amenazaste?- serio-.
Se le aceleró el corazón rápidamente a Amaya, empezó a respirar rápido y a recordar cada carta que enviaba a la familia del Prefecto y a la misma institución de la PDI con amenazas de contar que un prefecto, de prestigio, se metía con una prostituta, a cambio de aquello pedía drogas y dinero.
- ¿Qué creíste que un prefecto como yo no tenía poder?- Todos se rieron mientras apagaba el cigarrillo en la cara de Amaya, ella gritó-.
Empezó a recordar el momento que bajó rápidamente las escaleras, ahí el carabinero le aplicó el líquido en su cara, el detective la dejó en el ambiente; el delincuente dejó las armas en el lugar y el Prefecto fue siempre la voz. El delincuente fue chantajeado por el agente y el carabinero porque si no participaba en el plan lo meterían a la cárcel por ser parte del tráfico de drogas con las prostitutas.
Cada momento de prostitución lo recordó Amaya, el momento en que siempre se acostaba con el Prefecto...ahí ella pensó que sacarle dinero serviría de mucho. ¿Quién era la voz?, ¿Quién manejaba el tren?, ¿Quién dirigía los tiempos y todo? Una respuesta: el Prefecto.
El Prefecto levantó la mano hacia atrás, pidiendo algo, y el delincuente le pasó el cuchillo.
- No, no, no por favor no... -dijo ella al ver el cuchillo.
- Es tarde, así mueren las putas mentirosas y sucias-.
Le propinó tres estocadas en el estomago.
Nunca hubo un culpable lo que sí hubo una víctima..., aunque tan víctima no era. En el primer apagón el delincuente dañó a Amaya, en el siguiente el delincuente lo hizo así mismo, en el tercero el carabinero le quitó el palo y dañó a su cómplice, el agente, y este le propinó los golpes...eran las reglas para confundir a Amaya.
Amaya con las estocadas cayó al suelo; el Prefecto rió.
- Buen trabajo muchachos-.
Nunca hubo un culpable, eran cuatro los culpables...cuatro las personas que hicieron esto. Ya eran las 6: 15 y el metro estaba a punto de abrir, el prefecto con sus cómplices se fueron con la mirada perfecta y la palabra precisa hacia la salida del metro, mientras Amaya ya estaba completamente muerta. El Prefecto sabía que horas después tendría que venir a cubrir este caso, el caso de una prostituta asesinada y lo haría con los que actúo siempre: con el carabinero y el detective. Hicieron el juego perfecto, la venganza perfecta; HICIERON UN CUATRO EN UNO: CUATRO personas culpables en UN juego.
Para mí es el mejor escrito logrado...
PRIMERA PARTE: "Un culpable, un tren y cuatro personas"
Cuando descartas a alguien es el primer paso para el error, el acierto o simplemente la desconfianza...
Metro de Santiago, Santiago de Chile 23:30. 2 de agosto del 2010.
Cuando Amaya bajó corriendo por las escalera del metro vio que al frente de ella la luz roja y el ruidoso pito indicaba que las puertas, del último metro del día, se cerraban; sincrónicamente lo hizo cada puerta.
Una mano apareció frente a ella con un pedazo de género y luego presionó contra su cara tapando su nariz, ese fue el hecho que marcaría su día y sin duda traería más de una situación sospechosa.
Cuando el reloj marcaba las 00:32, sus ojos de a poco comenzaban a abrirse y, a la misma vez, ver borroso el contorno. Cuando logró totalmente dilucidar el lugar, se encontró con la mayor de sus sorpresas: El metro empezaba a arrancar, desde la estación Tobalaba, tomando una velocidad más rápida que la de costumbre; se encontraba vacio el tren excepto de tres personas que la acompañaban. Uno de ellos visiblemente era carabinero; otro por la vestimenta, por la capucha y sobre todo por el cuchillo en la mano que llevaba era delincuente y el último hombre estaba de terno, y si no fuera por su placa ella no hubiese sabido que era detective, es decir, hombre de la PDI.
Los cuatro tomaban las distancias pertinente y las preguntas ya se empezaban a hacer presentes:
- ¿Qué hago aquí? ¿Quién me atacó? ¿Quienes son ustedes? Qué hacen aquí? -dijo Amaya.
- ¡¡Ya mierda!! Aquí las reglas las impongo yo, quedense quietos y ningún movimiento que el fierro lo tengo acá y no le conviene irse contra la mayor autoridad -mientras sacaba un celular y mostraba su placa -¿Quién es el culpable? -lanzó el agente.
- Bajen las armas y vo' el cuchillo conchetumadre. ¿Quién fue?- mirando con una cara de molestia al detective, dijo el carabinero-.
- El que se mueva lo mato altiro. ¿Quién chucha me trajo aquí?- terminó con las acotaciones el delicuente-.
La luz se apagó, mientras que por el micrófono, que se usa para anunciar cada estación de metro, una voz ronca y misteriosa dijo:
- Muchas interrogantes para tan pocas personas.
La luz apagada se mantuvo por cinco minutos mientras Amaya gritaba y el delincuente lanzaba sus garabatos; las pistolas del carabinero, agente y delincuente brillaban en la oscuridad.
La luz se prendió, el detective marcó desde su celular hacia su institución, luego al 133, pero de nada servía: NO HAY SEÑAL, claramente era lo que se notaba desde su celular.
Cuando iban pasando la estación Simón Bolívar, todos quedaron mirándose uno con otro y el que rompió el silencio fue el detective y dijo: Uno de ustedes, poniendo en duda también al carabinero, es el culpable de todo este macabro juego. Todos se miraron con todos. Todo apuntaba a que podría ser el delincuente, pero aquí nada es lo que parece. Sin duda el detective tenía razón, uno de ellos CUATRO, incluyendo al investigador, podría ser: ¿Quién?. ¿Por qué? y ¿Cómo lo hizo?.
Continuará...
SEGUNDA PARTE: "Velocidad, ataque y un mentiroso"
Sin darte cuenta estas conviviendo con el enemigo; el enemigo que puede ser tu mejor amigo...
Metro de Santiago, Santiago de Chile 02:43. 3 de agosto del 2010.
El escenario era el siguiente: Amaya, sin ningún arma, estaba aferrada a los fierros que estaban apegados a las sillas; el detective pegado a la puerta con el brazo estirado y apuntando a los tres restante cada cierto rato, más cercano al agente estaba el carabinero alarmado, con pistola en mano, por la presencia de todos y con cierta rabia por la altanera forma de ser del detective; el delincuente con el cuchillo en la izquierda y la pistola en la derecha. A ratos el tren se oscurecía, de forma leve, cuando pasaba por los túneles y ahí todos se intimidaban.
El tren de un momento a otro comenzó a aumentar la velocidad, para luego, frenar en seco y lanzar lejos a las cuatro personas que se encontraban ahí. El tren frenó en medio del túnel, que a esa altura nadie sabia cuál era la siguiente estación, y todos quedaron perplejos con lo que ocurría.
La misma voz de la vez anterior se volvió a escuchar en el tren: CUATRO, TRES, DOS, UNO... y las luces se apagaron, todos asustados de manera igualitaria, y empezaron los gritos al unísono de las cuatro personas: ¡¡¿Qué chucha?!!, ¡¡¿Qué mierda?!!, ¡¡la luz!!. Después de ciertos minutos, que no fueron pocos, se escuchó el grito de Amaya, un grito desgarrador y que hasta se podría interpretar de dolor. Después de aquel grito las luces rápidamente volvieron a encenderse pese a que el tren seguía detenido; la sorpresa para todos es que la única mujer del tren se encontraba con un corte horizontal, no tan profundo, que sangraba en demasía; al parecer el arma utilizada era un cuchillo y todo esto se comprobó cuando en el medio del lugar se encontraba ese cuchillo bañado en sangre; rápidamente las miradas apuntaron al delincuente, ¿Quién más tenía el cuchillo?, él mirando a todos, apuntando con el revolver y tirándose para atrás a la misma vez. Empezó a tartamudear y a gritar: ¡Yo no fui! ¡por la chucha, yo no fui! Alguno de ustedes me quitó de la mano el cuchillo y atacó a ella, pero yo no fui; uno de ustedes fue, yo no.
La mujer se sacó su chaleco, por consiguiente, se lo puso en el brazo presionando la herida y empezó a repetir varias veces: ¡no me hagan nada! El detective y el carabinero se miraron y juntos se acercaban a el delincuente, el tipo con el arma dijo: no se acerquen sapos culiao, que yo no fui...quizá uno de los dos fue y se está haciendo el huevón. Ambas autoridades se miraron con enojo y se disponían a avanzar con todo hacia el delincuente pero en ese instante el tren agarro una velocidad incontrolable e indescriptible y ahí todos empezaron a gritar. De manera súbita todos se cayeron al piso del tren y todos se golpearon muy fuerte. Cuando el tren disminuyó la velocidad se pudo divisar que se encontraban en la estación Grecia.
Amaya aún en el piso, bastante adolorida, sangrando y golpeada, observó que debajo de los asientos del metro había un arma o, más bien dicho, dos arma: una pistola, que era mejor que la de los demás y un palo de tamaño respetable; con el descuido de los demás ella aprovechó de tomarlas y mantenerlas en su poder. El pensamiento de ella era claro: alguien planeó esto y todo estaba puesto en su lugar dejando nada al azar, muy equivocada no estaba, pero ella se preguntaba ¿por qué la favorecerian a ella? Muchas preguntas para ninguna respuesta.
La herida estaba protegida, por lo menos por un tiempo lo iba a estar, ella se quedó mirando a todos mientras el detective y el carabinero se disponían, nuevamente, a ir en contra del delincuente; fue en ese momento que el tren se detuvo en la estación Los Presidentes. Ya eran las 03:07 am, el lugar estaba oscuro, y Amaya lanzó: no me vengan a pasar por imbécil, el próximo que me ataque no duden que ocuparé esto (enseñando las armas que tenía). El metro se detuvo ahí, se veía poco y nada, luego empezó a emprender el viaje. Todos se miraron y el agente como vio que estaban en un lugar despejado (por el trance entre las estaciones Los Presidente y Quilín) sacó su celular y cuando se dispuso a marcar el tren nuevamente agarró una velocidad tremenda hasta llegar al punto de que el celular volara y quedar sin ningún tipo de comunicación. Llegaron a la estación Quilín donde ahí no se veía nada, todos asustado retrocedieron y cada uno con su arma protegiéndose. El agente dijo: ¡el celular! ¡el celular! ¡por la mierda! ¡el celular no sé dónde está! Mientras dijo esas palabras, ahora se escuchó un disparo y el grito esta vez fue del delincuente, las luces del tren se encendieron y el delincuente se encontraba sentado apoyandose en la puerta del tren con el brazo baleado y con el cuchillo con sangre al lado de él, al parecer volvió a agarrarlo para tener armas para protegerse. Las miradas se fueron hacia el carabinero. La pistola descansaba en el suelo.
Antes todo apuntaba al delincuente, ahora al carabinero; cada minuto que pasaba se volvía más confuso y claramente estaban conviviendo con el enemigo.
¿Quién atacó a Amaya? ¿Quién disparó al delincuente? ¿Quién es artífice de todo esto? Preguntas que, como las demás, aún no tienen respuestas.
Continuará.
TERCERA PARTE: "Te conozco, ¿Qué ocultas?"
"Cuando crees conocer lo visible no conoces nada, menos lo invisible"
Metro de Santiago, Santiago de Chile 03:29. 3 de agosto del 2010.
El delincuente daba gritos de dolores, la sensación que había en el ambiente era absolutamente inefable.
La luz nuevamente se apagó y se oyó la voz diciendo: uno de ustedes es, entre ustedes hay personas que se conocen.
Todos se miraron, pero rápidamente volvieron las miradas al delincuente como si no hubiesen tomado en cuenta las palabras dichas. Él se encontraba en el suelo y al parecer la herida no es tan grave porque la bala rozó el brazo, pero aún así salía sangre; tal cual como lo hizo Amaya, se sacó su polerón y lo presionó contra su brazo para luego lanzar: ¡ah, cresta! ¿Qué culiao fue?- mirando al carabinero-, todos se miraron y como en toda la madrugada se hicieron para atrás. El carabinero dijo: yo, yo...yo no fui. el tren comenzaba nuevamente a emprender su viaje.
El malhechor dijo: ¡Ya, me cansé de esta wea!, aquí lo que...
Y el agente le dijo: vo' mierda, vo' nos quieres hacer creer que te dispararon cuando quizá fuiste vo' mismo. Todos se quedaron en silencio, Amaya fue la encargada de romperlo: ¿Quién se conoce?, todos se miraron asustados, ¿Quién mierda se conoce? Ahí se le vino imagenes de antes a la mente a Amaya.
- Tú, tú conchetumadre; tú me venias siguiendo antes de entrar al metro (apuntando al delincuente); todos miraron al bandido, él se quedó perplejo y tiritando, a la vez mirando al agente y al carabinero.
Cuéntanos qué traías en tu bolso y qué eres, contraatacó el bandido.
Amaya agarró con fuerza el palo y lo tiró en contra del delincuente, por primera vez alguien visible a la luz se tiraba en contra de otro, este se alcanzó a mover y el palo llegó al suelo.
-¡Calma, calma!... qué está pasando con ustedes, alguien atacó a este imbécil y yo no fui porque estaba tratando de agarrar el celular, ... o quizá fuiste tú mismo. ¿Qué saben el uno de el otro?- Terminó diciendo el hombre de la PDI-.
- Y ustedes... qué hacían hablando afuera, pensé que no se conocían- Dijo el malhechor dirigiéndose hacia el detective y el policía-.
Ellos lo miraron como si hubiese sido una traición del delincuente hacia cada uno. Las caras de ambos se desarmaron al oír esto.
La voz se escuchó, al mismo momento que luz se apagó y el tren tomaba más velocidad, dijo: mucha información.
La luz se apagó y se escucharon gritos de los cuatro. Sin duda algo ocurría. Se encendió la luz y se encontraba tirado, con sangre en la cabeza, el agente; el carabinero con golpes en la cara y sangre en la nariz. Mientras que Amaya y el delincuente estaban tirados en el suelo.
Todos heridos: Amaya totalmente despeinada con el brazo herido y sin el palo, el delincuente herido también del brazo, el agente con sangre en la cabeza y el presunto motivo sería que alguien le pegó con el palo; el policía con sangre en su nariz y la cara golpeada, al parecer lo dañaron a puño.
El palo, la pistola, el cuchillo estaban en el medio del vagón, mientras que el agente estaba tirado al lado de las sillas apoyado en la puerta, más centímetros hacia el lado el carabinero en el suelo y al frente de ellos el delincuente sentado y con gestos de dolores. Amaya se encontraba un poco más lejos de todos. Todos estaban armados con pistolas menos el carabinero. Amaya, el agente y el bandido se dieron cuenta de algo en común: ya no habían balas y se suponía que la de al medio,que nadie se atrevió a buscar, tampoco tendría.
El tren seguía avanzando, el día ya iba a aparecer... y se encontraban en Los Quillayes.
- Esto le va a costar caro culiaos, estoy perdiendo la paciencia y atacaron a la autoridad máxima de este país de mierda -dijo el agente. El carabinero complementó con una mirada despreciativa al detective y dijo: - Por la mierda, ¡¡¿quién es el que está haciendo esto..., quién está detrás de esto?!!
- ¿Por qué se conocen ustedes dos?, lanzó Amaya.
- ¿Por qué te conoce un DELINCUENTE?- remarcando aquella palabra -respondió el detective, hacia la pregunta de Amaya, tratando de ponerse su chaqueta en la cabeza. El carabinero también agregó (hacia el bandido):
- ¿Por qué la seguías?
El policía ya no podía hablar. Todos se preguntaban con todos, pero no había alguna respuesta.
El metro en pocas horas abriría las puertas a su gente, ¿qué pasaría?; eran las 5:15 y ya iban en Elisa Correa.
La luz se apagó y rápidamente se encendió, al medio aparecía una cartera. Todos se miraron, como en la mayoría de la noche, y Amaya se lanzó más veloz que todos hacia aquella cartera, pero el delincuente la atrapó antes y dijo: reconoces esto, mirando a Amaya. Esta es tu cartera, el delincuente se disponía a abrirla y a sacar todo, en ese momento Amaya se tiro en contra del delincuente, pero el carabinero se lanzó en contra de esta afirmándola y finalmente las cosas de la cartera cayeron al piso...
Todos miraron perplejo el hecho, todos miraron a Amaya.
- No...no, no es lo que piensan, yo no cree esto... yo no tengo culpa de nada, mientras retrocedía y caían las primeras lágrimas de la madrugada...
Todos estaban heridos, pero alguien se hizo daño propio: ¿Quién? Al parecer todos ocultan algo ¿Qué es? ¿Por qué se conocen entre ellos? y ¿QUÉ HAY EN LA CARTERA DE AMAYA?
CONTINUARÁ... (próxima parte y FINAL)
Este final dedicado a la persona que siempre lo esperó y me ayudó...
CUARTA PARTE Y FINAL: "La venganza perfecta"
"Si vas en metro, en hora punta, y piensas que eres un perfecto desconocido en medio de la masa de gente... es el primer error"
Metro de Santiago, Santiago de Chile 04:38. 3 de agosto del 2010.
Tres bolsas de pasta base, envueltas, estaban en el piso; los primeros secretos salían a la luz.
- ¿Cómo salimos de aquí pendeja de mierda?- Dijo el detective -.
- ¿Por qué no les dices que nos conocemos?- le dijo Amaya al bandido-.
Todo estaba confuso, ahora las miradas estaban entre el delincuente y Amaya.
- ¡Yo puedo explicar lo de mi bolso, pero yo no hice nada!- dijo-.
- Puta de mierda- dijo el agente.
- ¡Yo no fui les dije! ¡¡Uno de ustedes fue y me estan cargando a mí...!!- respondió ella-.
- ¡Excusas, puta!- respondió el otro-.
A las 6:00 am ya estaban en Las Mercedes, una más y llegarían a puerto final.
- ¡Ustedes dos nos metieron aquí! Si quieren salir libre de problemas judiciales dejen que salgamos de acá- dijo el hombre de la PDI-.
- Yo no fui por la mierda, YO NO FUI- decía Amaya-.
- Yo tampoco fui, mierda. No mientas, tú fuiste, Amaya... ¡¡Sácanos de aquí!!!.
Llegaron a PLAZA PUENTE ALTO, fin de las estaciones. Ahí se cortó la luz y se escuchó la voz: tarde, el viaje ha terminado.
Luego de unos minutos se escuchó el ruido, seguía todo oscuro, de las puertas. Nadie hizo nada. La luz se encendió, todo estaba igual, todos en las mismas posiciones.
- Ya, yo cumplí- dijo el bandido totalmente nervioso-.
- Cállate- le dijo el agente mientras se paraba el carabinero-.
Todos se pararon y se iban acercando hacia Amaya.
- Yo no fui, les juro que no...no...
En el fondo se escuchaban unos pasos firmes. Avanzaba y avanzaba. De corbata, bien vestido y con una placa colgando; la risa de aquel hombre se escuchó fuerte. Amaya todavía no veía nada porque todos (el delincuente, el policía, el agente) le tapaban la vista.
- Muchachos permiso- dijo el hombre-.
Amaya por fin lo vio, su cara se desmoronó. Empezó a tiritar de forma increíble, estaba pálida.
- No creo que sea necesario que me presente, si con tanto chantaje te sabes mi nombre al revés y al derecho o no, puta asquerosa-.
Le mostró su placa donde claramente se dilucidaba: Sergio Román, Prefecto.
Aunque intentara hablar no podía, trató de moverse, pero el detective la agarró de un brazo mientras que el carabinero del otro brazo; el delincuente le entregaba un cigarrillo al prefecto y se lo encendía.
- ¿Cuánto me cobraras ahora por echarme un polvito contigo? ¿Sigues cobrando lo mismo?- riéndose-. ¿Por qué mierda me amenazaste?- serio-.
Se le aceleró el corazón rápidamente a Amaya, empezó a respirar rápido y a recordar cada carta que enviaba a la familia del Prefecto y a la misma institución de la PDI con amenazas de contar que un prefecto, de prestigio, se metía con una prostituta, a cambio de aquello pedía drogas y dinero.
- ¿Qué creíste que un prefecto como yo no tenía poder?- Todos se rieron mientras apagaba el cigarrillo en la cara de Amaya, ella gritó-.
Empezó a recordar el momento que bajó rápidamente las escaleras, ahí el carabinero le aplicó el líquido en su cara, el detective la dejó en el ambiente; el delincuente dejó las armas en el lugar y el Prefecto fue siempre la voz. El delincuente fue chantajeado por el agente y el carabinero porque si no participaba en el plan lo meterían a la cárcel por ser parte del tráfico de drogas con las prostitutas.
Cada momento de prostitución lo recordó Amaya, el momento en que siempre se acostaba con el Prefecto...ahí ella pensó que sacarle dinero serviría de mucho. ¿Quién era la voz?, ¿Quién manejaba el tren?, ¿Quién dirigía los tiempos y todo? Una respuesta: el Prefecto.
El Prefecto levantó la mano hacia atrás, pidiendo algo, y el delincuente le pasó el cuchillo.
- No, no, no por favor no... -dijo ella al ver el cuchillo.
- Es tarde, así mueren las putas mentirosas y sucias-.
Le propinó tres estocadas en el estomago.
Nunca hubo un culpable lo que sí hubo una víctima..., aunque tan víctima no era. En el primer apagón el delincuente dañó a Amaya, en el siguiente el delincuente lo hizo así mismo, en el tercero el carabinero le quitó el palo y dañó a su cómplice, el agente, y este le propinó los golpes...eran las reglas para confundir a Amaya.
Amaya con las estocadas cayó al suelo; el Prefecto rió.
- Buen trabajo muchachos-.
Nunca hubo un culpable, eran cuatro los culpables...cuatro las personas que hicieron esto. Ya eran las 6: 15 y el metro estaba a punto de abrir, el prefecto con sus cómplices se fueron con la mirada perfecta y la palabra precisa hacia la salida del metro, mientras Amaya ya estaba completamente muerta. El Prefecto sabía que horas después tendría que venir a cubrir este caso, el caso de una prostituta asesinada y lo haría con los que actúo siempre: con el carabinero y el detective. Hicieron el juego perfecto, la venganza perfecta; HICIERON UN CUATRO EN UNO: CUATRO personas culpables en UN juego.
recuerdo que esta es mi historia favorita <3
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