La noche de los payasos vivientes
En honor a It; En honor Stephen King... En honor a un grande.
LA NOCHE EN QUE EL SEÑOR & LA SEÑORA HILTON salieron de fiesta marcaría el inicio de una noche, en aquella casa poco habitada y calmada, de entretención y juegos (...); en el mal sentido de la palabra, ciertamente.
Rane no tuvo otra opción que aceptar ser cuidado por su propia prima que, propiamente tal, sería remunerada por su cuidado.
- Adiós, mi amor. Sea buen niño con su prima y duerma luego, que ya se está haciendo tarde. Nosotros volveremos temprano- con palabras tranquilizadoras le hablaba la señora Hilton a su hijo.
- Tranquila má, todo estará bien -respondió el pequeño -.
A sus doce años, él era todo un hombre a su propia opinión.
- Cuida de él, kat. Su leche está en el calentador, todo está en el mismo orden que dijimos; el número de casa que estaremos está pegado en la cocina, cualquier cambio de planes nos llamas -Dirigiéndose con preocupación a su sobrina -.
- Mi amor estamos atrasados -se escuchó la voz desde el fondo del señor Hilton en su peugeot del año -.
- Adiós, cuidado -fueron las últimas palabras de la madre -.
- Te irás a dormir después de la leche, enano. Ya es bastante tarde, sino la tía me retará -mientras le entregaba su leche tibia -.
Esas mismas palabras calaron hondo en la mente del niño, que hace días algo lo inquietaba en su propia pieza que le impedía dormir con facilidad. Nada terrible tampoco, un pequeño susto lo llamó él.
Sustos de niños, yo no estoy para eso, pensaba él.
KATE & RANE veían televisión juntos. Kate aburrida, solo tenía puesto los ojos en el televisor mientras pensaba en su salida con su novio al día siguiente; cuando salió de los enredos de su mente se dio cuenta de que Rane tenía su cabeza como un trompo, girando a ratos a ciento ochenta grados y a otro a trescientos sesenta. Ya lo había atrapado el sueño. ¿Cuánto tiempo había pasado mirando aquellos dibujos animados?; daba igual: estaba oscuro y tarde.
Puso en sus brazos a su primo, lo llevó a la cama, siendo fatal la subida de la larga escalera alfombrada que cuando llegó a la cama casi tiró al pequeño como si fuera un saco; este sólo atinó a moverse. Lanzó las tapas hacia atrás, dejando de lado al pequeño y nuevamente lo cargó para ponerlo en posición. El dolor de brazo comenzaba como cosquillas en ciertas partes. Finalmente tiró las sabanas hacia arriba, que estaban lisa y suaves, hasta el cuello del muchacho y primera fase terminada.
Se giró y un miedo le subió al estomago, al mismo tiempo le bajó, se fue al costado y luego al otro. Sintió como si le hubiesen tomado el estomago y, como un corazón, lo apretaran y lo soltaran periódicamente. Su interior tomaba forma de niño inquieto y se revolvía por dentro. Luego se traspasó a su rostro donde sus ojos se agradaron, su boca cambio a formas abstractas y sus manos trataron de cubrirse como si se tratara de un ataque, al mismo tiempo que sus pies, sin que ella estuviera consciente de mandarlos, se fueran hacia atrás.
Estuvo a punto de gritar, pero no lo hizo.
Tenía a tres payasos ordenados, parados unos al lado del otro, del mismo tamaño que ella (metro setenta y cuatro) apoyados contra la pared, al lado de la puerta de la habitación del muchacho sonriéndole terroríficamente en la cara.
Primera Parte
Uno
LA NOCHE EN QUE EL SEÑOR & LA SEÑORA HILTON salieron de fiesta marcaría el inicio de una noche, en aquella casa poco habitada y calmada, de entretención y juegos (...); en el mal sentido de la palabra, ciertamente.
Rane no tuvo otra opción que aceptar ser cuidado por su propia prima que, propiamente tal, sería remunerada por su cuidado.
- Adiós, mi amor. Sea buen niño con su prima y duerma luego, que ya se está haciendo tarde. Nosotros volveremos temprano- con palabras tranquilizadoras le hablaba la señora Hilton a su hijo.
- Tranquila má, todo estará bien -respondió el pequeño -.
A sus doce años, él era todo un hombre a su propia opinión.
- Cuida de él, kat. Su leche está en el calentador, todo está en el mismo orden que dijimos; el número de casa que estaremos está pegado en la cocina, cualquier cambio de planes nos llamas -Dirigiéndose con preocupación a su sobrina -.
- Mi amor estamos atrasados -se escuchó la voz desde el fondo del señor Hilton en su peugeot del año -.
- Adiós, cuidado -fueron las últimas palabras de la madre -.
Dos
KAT LE LLEVÓ SU LECHE A RANE mientras él veía televisión en el comedor.
- Te irás a dormir después de la leche, enano. Ya es bastante tarde, sino la tía me retará -mientras le entregaba su leche tibia -.
Esas mismas palabras calaron hondo en la mente del niño, que hace días algo lo inquietaba en su propia pieza que le impedía dormir con facilidad. Nada terrible tampoco, un pequeño susto lo llamó él.
Sustos de niños, yo no estoy para eso, pensaba él.
KATE & RANE veían televisión juntos. Kate aburrida, solo tenía puesto los ojos en el televisor mientras pensaba en su salida con su novio al día siguiente; cuando salió de los enredos de su mente se dio cuenta de que Rane tenía su cabeza como un trompo, girando a ratos a ciento ochenta grados y a otro a trescientos sesenta. Ya lo había atrapado el sueño. ¿Cuánto tiempo había pasado mirando aquellos dibujos animados?; daba igual: estaba oscuro y tarde.
Puso en sus brazos a su primo, lo llevó a la cama, siendo fatal la subida de la larga escalera alfombrada que cuando llegó a la cama casi tiró al pequeño como si fuera un saco; este sólo atinó a moverse. Lanzó las tapas hacia atrás, dejando de lado al pequeño y nuevamente lo cargó para ponerlo en posición. El dolor de brazo comenzaba como cosquillas en ciertas partes. Finalmente tiró las sabanas hacia arriba, que estaban lisa y suaves, hasta el cuello del muchacho y primera fase terminada.
Se giró y un miedo le subió al estomago, al mismo tiempo le bajó, se fue al costado y luego al otro. Sintió como si le hubiesen tomado el estomago y, como un corazón, lo apretaran y lo soltaran periódicamente. Su interior tomaba forma de niño inquieto y se revolvía por dentro. Luego se traspasó a su rostro donde sus ojos se agradaron, su boca cambio a formas abstractas y sus manos trataron de cubrirse como si se tratara de un ataque, al mismo tiempo que sus pies, sin que ella estuviera consciente de mandarlos, se fueran hacia atrás.
Estuvo a punto de gritar, pero no lo hizo.
Tenía a tres payasos ordenados, parados unos al lado del otro, del mismo tamaño que ella (metro setenta y cuatro) apoyados contra la pared, al lado de la puerta de la habitación del muchacho sonriéndole terroríficamente en la cara.
uuuuuuuuuy! recién es la primera parte y me dejaste metidisima,estoy ansiosa de saber el resto >.< te amo ♥
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