A soñar

Lentamente giró en trescientos sesenta grados la tapa, con la mano izquierda inclinó el frasco para que la pastilla cayera en la mano derecha. Una. Una (...), no era suficiente. Dos. Tres calzaba perfecto.
Tapó con la mano derecha su boca, tragando las pastillas. Sólo se lanzó hacia atrás y durmió. Durmió tanto que nunca más volvió abrir sus ojos.

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