El omnipotente
(Mi primer escrito transformado en papel, cuyo papel se pasó a cada persona especial que yo consideraba y la cual me leía constantemente. Mi primer proyecto en serio, del cual, pese a los defectos y virtudes, estoy orgulloso)
El agente del caos
El agente del caos
El omnipotente
Dedicado a los que siempre leen mis historias,
ustedes saben quiénes son. Para ustedes:
Cariños eternos.
“EVA: Es que andái muy torrante.
HUINCA: ¿Y eso qué tiene que ver?¿Así porque no
ando elegante no me van a dejar andar por la calle?
¿Qué pasó que se puso tan perra la vida?
“no te quiero ver más por aquí”, me dijo. “¿Y por qué?”
le dije yo. “No me vengái a botar a choro –me dijo-;
yo te digo así no más. Y te lo voy a decírtelo una pura
vez, así que ya sabís”… Yo no le pido nada a nadie,
lo único que ocupo es un poco de aire y un poco de sol…
¡No me pueden prohibir eso, no me pueden meter preso
por estar viviendo!”
Juan Radrigán
El loco y la triste.
1
- levántate hijo de puta –dijo.
La vestimenta algo típica. En realidad para el presente y su vista hacia un tiempo pasado también la situación podría ser típica, pero en el presente del pasado no era así.
El tipo tras el calabozo vestía de blanco y con rayas negras horizontales. De contextura normal, si tenía cierto sobrepeso no se dejaba notar en ningún caso; su estatura era de un metro setenta, o sea, nada de otro mundo, al igual que su cabello negro. Sus manos completamente inmovilizadas por unas esposas que no dejaban cosas al azar. Su pierna izquierda, una paradoja, tenía una bola de acero que era afirmado por un candado. Su piel era algo detestable, manos sucias y con heridas totalmente infectadas, su rostro lleno de cortes que aún no se cerraban, por lo cual, dejaba a la luz de la oscuridad de aquél calabozo su carne roja. Por cierto, otra paradoja. Un ojo estaba a medio cerrar que el otro, seguramente debe haber sido por los golpes, su pelo estaba completamente tieso, quizá podría haber pasado semanas sin un lavado. En treinta y siete años transcurridos jamás imaginó estar en aquella situación, o quizás sí.
El hombre irreverente llegó, con terno bien lujoso, a tal celda con el ímpetu que caracteriza a los de su estirpe; esto se marcaba más en su grueso y negro bigote que tenía, que lo complementaba su figura robusta, no gorda, además su piel blanca y pelo castaño. Sólo por eso traspasaba el miedo. Además estaba escoltado por dos militares, ambos con casco y vestimenta caracterizada, cada uno con escopeta en mano acompañaban al misterioso y reconocido hombre de bigote.
- Arriba hijo de puta –mientras estiraba su bigote dejando entrever una sonrisa maligna.
- Señor, mi cuerpo. Me duele. Mis huesos, tengo dolor aquí –inclinando su rostro y estirando sus labios en dirección a su pierna.
- Imbécil eso es lo mínimo que mereces. Es sólo una bienvenida, subversivo de mierda. Revolucionario miserable. ¿Creías burlar mis leyes? eso sólo te hace ser como los de tu clase, un simple inútil. Cuándo entenderán todos ustedes –hablando hacia todas las celdas y levantando más la voz –que su estúpido jefe revolucionario sólo sueña. Utopía, esa es la palabra. ¿Un mundo de igualdad? permítanme reírme; la igualdad nunca existirá, es todo parte del sueño de los obreros que quieren ser grandes cuando no les alcanza ni para ser personas. Para eso nacieron, para eso morirán para servir a los que de verdad saben hacer las cosas. ¿Creen que siendo revolucionarios mejoran el país? no se preocupen para eso estoy yo, para exterminarlos uno por uno. Han llegado a la ruta donde serán puestos derechamente. La igualdad no existe, la igualdad fue creada por los pobres sólo para tener la falsa esperanza, que ni ellos la creen, de que algún día tendrán lo mismo que los de la cúspide de la pirámide. Qué risa me dan, cómo me gusta verlos así bastardos, hijos de la rebeldía.
Al unísono todos los hombres de las celdas empezaron a gritar en contra del hombre mandatario. El omnipotente hombre se llevaba las miradas.
Dos balas de escopetas callaron, en un par de segundos, a la multitud.
La hegemonía de aquél hombre se hacía presente en al ambiente. La ola de miedo se incrustó como un palo seco en todos los corazones de los atrapados.
Después de las duras palabras hacia Víctor, el hombre de la celda, éste no pudo evitar mostrar su rabia mediante gestos. Las palabras fueron duras y calaron hondo en su orgullo. La justicia en cualquier época es inexistente, fue inventada por el hombre para sólo aprovechar su propia percepción de las cosas y, así, sacar ventaja. La justicia era tan subjetiva como la mayoría de las cosas que ocurrían en un mundo lleno de crueldad, por lo tanto, su antónimo, la injusticia, pasaba a ser nada. ¿Quién imparte justicia? ¿Quién es dueño de tan difícil decisión? ¿Si lo que es justo para mi, para otros es injusto?
Víctor se replanteó todo eso en menos de un minuto, nunca la vida le había dado la oportunidad de pensar las cosas de tal modo. Ya no creía en la justicia, del hecho de que estuviera ahí, quizás a punto de morir o quizás a punto de qué tortura, le había hecho perder la creencia en la tan aclamada justicia.
2
El soldado abrió el candado de la celda y Víctor salió.
- Llegó tu momento, espero que lo disfrutes –el bigote del hombre se alargaba más y más de acuerdo a su risa, que pasaba a ser burla.
Mientras pasaba por el pasillo, que a izquierda y derecha tenía muchas celdas con gente adentro, él podía sentir la mirada de lástima de todos sus compañeros y algunos murmullos. Todos estaban en la misma situación de violencia y moral. Ahí todos tenían lo mismos pensamientos, menos los soldados y el omnipotente. El subterráneo era testigo de días represivos para algunos y de alineamientos para otros.
Víctor a duras penas avanzaba escoltado por ambos soldados, con su fiel tenida verde, acompañado del acero en sus pies. La bola de acero complicaba aún más las cosas porque destruía su cuerpo débil. Cada paso era un dolor a su rodilla, cadera y, al mismo tiempo, a su cabeza. Ahí recién comprendía por qué se había inventado tal acero. Sentía que sus huesos crujían por cada avance, tanto que su cuerpo empezó a dar pequeños reflujos y, a su vez, escalofríos se apoderaban de él. Álgido tenía el cuerpo, eso se sumaba a la fuerte manera que los soldados presionaban su brazo al llevarlo. Él no sabía dónde iba, aunque daba por hecho que no sería el paraíso. Todo tenía pinta de rojo, de infierno, de muerte. Su mente lo llevó a pensar en que todo conducía a una hecatombe.
Llegó a la reja que separaba las múltiples celdas con las oficinas de los guardias. El omnipotente abrió aquella reja y al dejar pasar a Víctor con su pie lanzó de manera súbita la bola de acero hacia adelante. Esto llevó a Víctor ser lanzado hacia adelante y con el impulso de la bola cayó en seco al suelo, golpeando su rodilla, cadera y rostro. Sus dientes choraron contra el asfalto y un pedazo de diente quedó al costado del rostro.
- Cuidado imbécil, mira por donde caminas. Hasta para caminar eres un perfecto inútil –reía. El omnipotente sólo reía fuerte.
Víctor lanzó un grito de dolor que hizo eco en las tres cabinas de guardias. Más que el pedazo de diente caído, era la cadera que lo incomodaba.
- Levántelo –le dijo a los soldados.
Después de las cuatro celdas, venía otra sala contigua con cuatro cabinas. Tres de guardia y la última era la que le esperaba a Víctor. Que seguramente ahí sabría de qué trataría todo esto.
3
- Víctor, Víctor querido –denotando cierta ironía –Aquí está tu habitación. Aquí es donde pagarás por creer en un mundo feliz y no unirte a nosotros. Yo te lo advertí muchacho, el pensamiento liberal no lleva a ninguna parte. Por lo menos hoy en día, no. ¡A la gente hay que educarla primero, pero no! ¡Ustedes, como cavernícolas, quieren aprender por sí solo y así no se puede, no dejan siquiera ser educados, estúpidos burros! –levantó la voz a tal punto que ambos soldados acompañantes sintieron un remezón en su cuerpo. Pues, bienvenido. –estiró su mano, por cierto más gruesa que las normales, y empujó hacia abajo la manilla, para lanzar suavemente la puerta hacia atrás –Hoy, para que no pienses que soy una persona sin corazón he traído visitas. –esa sonrisa fue la más diabólica de la noche –Adelante, puedes entrar –fueron sus últimas palabras.
Víctor, con todo el dolor en su cuerpo avanzó lentamente. Con los golpes y su ojo hinchado, poco y nada podía ver el panorama que le esperaba dentro de la sala.
Entró.
- Oh no, hijo de puta. Oh, no. ¡No puedes hacer esto, ellos no! ¡Hijo de puta! ¡Hijo de perra!, ¡ellos no! –gritaba de una forma que nunca nadie imaginó. Aquellos gritos tenían rabia, miedo, impotencia. La mezcla perfecta para el descontrol. – ¡Mi familia no, ellos no!, ¡déjalos, controlador, qué más quieres! –Interviniendo nuevamente –estoy sufriendo, estoy en el suelo, estoy derrotado… ¿Qué más quieres de mí?
Él sonreía. Mientras los soldados lo tomaban fuerte del brazo, conteniéndolo.
- ¿Qué quiero de ti?, eso ahora lo sabrás. Y tranquilo, tu familia sólo viene a despedirse, te viene a ver por última vez. Créeme que se irán con un grato recuerdo.
La familia de Víctor estaba a un costado de la sala, sentados en una silla. Esposa, hija mayor, hijo menor. Tres personas, en tres sillas, con tres soldados a su lado y tres armas en cada mano de los verdes con manchas negras en el uniforme.
Tanto descontrol nubló la mente de Víctor, tanto que lo llevó sólo a centrar su atención en su familia dejando a la deriva lo demás en la sala. Después de la fuerte presión de los soldados en su brazo, calmó un poco su mente y su atención. Giró su cabeza y observó toda la sala. La familia era el problema menor, recién con cierto atraso llegó a su mente las palabras del omnipotente.
“Y tranquilo, tu familia sólo viene a despedirse, te viene a ver por última vez”
Esas mismas palabras llegaron a su mente varias veces, no sabía si no las aceptaba o era un bloqueo automático de su mente. Iba a morir, sin duda iba a morir. Pensó en su muerte de manera fugaz porque el omnipotente le informó lo que él ya tenía frente a su vista.
- Te presento a ti y a tu familia –reía –la maravilla de la cual muchos hablan pero pocos la han visto. Bueno, no son pocos en verdad –risa más fuerte, con más burla.
Sacó una manta que tenía tapado el objeto y todos quedaron atónitos frente a la maquina presente. La familia de Víctor trató de hacer un ademán de levantarse hacia el hombre de la casa, y a la misma vez, abrieron su boca. No se levantaron, fueron detenidos por los militares. Mamá, hermana mayor lanzaron en llanto. Mientras el niño, a sus quince años, no entendía nada. El puro miedo lo llevó a llorar y a desear orinar.
- Sí señores, es la fabulosa silla eléctrica. Justa, necesaria y hecha para subversivos revolucionarios con tintes de libertad –reía –Siéntelo, quiero acabar con esto pronto, me agoté –totalmente serio.
- No, señor por favor no. Yo… prometo no hacer nada nunca jamás. Yo…, yo… -lanzó en llanto, sin poder decir nada más.
- Yo, yo, yo, yo, yo. Tú, tú, tú ahora te arrepientes inútil, después de haber dejado una revolución en el país junto a los demás. Si vieras cómo marchan afuera esos insolentes obreros, esas atrevidas familias me entenderías. Ahora tu arrepentimiento no me sirve de nada, sólo sustenta mis hechos. Ni con tus ideales puedes morir, rata traicionera. Hay que matarlos a todos. ¡PONGALO EN LA SILLA!
4
Los soldados pusieron a Víctor en una silla madera. Quizá la madera sea un buen aislante de electricidad, sin embargo, dependiendo del aumento de voltaje que se aplique lo puede conducir de manera más rápida. Lo sentaron. Sus pies fueron atados a una correa que venía adquirida a las patas de la silla, lo mismo ocurrió con las manos; fue atado de pies y manos. Alrededor de las piernas le ataron un cable que lleva a un casco que está afirmado por un fierro pegado al respaldo de la silla, éste cable forma un circuito cerrado. Pies – casco. Antes de acomodar el casco con su cabeza, el omnipotente le pasó una esponja, con cierta solución salina, al soldado. Éste lo puso en la cabeza de Víctor y luego bajó el casco y lo acomodó a su cráneo. La esponja, sin duda, era para mejorar la conectividad de la electricidad. Ese circuito cerrado entre pies y casco en su centro tenía un gran cable que daba a una máquina. La máquina tenía un visor de volteos y una perilla para girarlo, aumentando la fuerza. Frente a aquella máquina se encontraba el omnipotente.
Víctor y familia lloraban descontroladamente.
- Por favor, caballero mi esposo no se meterá en problemas. Mírenos, tenemos una familia. Necesitamos un sustento, necesitamos alguien que alimente nuestro hogar. Por favor, no nos haga esto. Se lo suplico, se lo ruego, lo imploro señor. Él no volverá a desafiar a la ley, por favor –la señora esposa de Víctor sin levantarse cayó al suelo de rodillas, estaba de rodillas al suelo con las palmas juntas implorándole al omnipotente que no matara a su esposo –hago lo que sea, pero por favor no lo mate –lloraba.
El omnipotente, que estaba en el fondo de la sala a un costado de la máquina, se acercó a la señora. Se paró frente a ella. La cabeza de la señora quedaba frente a su pelvis.
- Señora aunque usted se vuelva una prostituta, no va a impedir la muerte de esa rata –dijo sonriendo.
La señora se mantenía ahí y el señor desató su correa. La desabrochó. Los hermanos inmediatamente saltaron en busca de su madre.
- ¡Deténgalos! –dijo el omnipotente –usted, se va a quedar ahí sino sus hijos morirán de un disparo. ¿Me oye?
La señora no dijo nada, sólo cerró los ojos fuertes y lloró. Lloró. Los niños nada pudieron hacer.
- ¿ME OYE? –gritó.
- Sí, señor. No me haga nada por favor –ahora la señora no podía respirar por su llanto.
- ¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no! ¡A ella no hijo de puta! –gritaba y lloraba Víctor.
La señora lloraba. El omnipotente se estaba desabrochando su pantalón. Los niños lloraban. El omnipotente dejaba ver su ropa interior. Lloraban. El omnipotente agarró del cuello a la señora y…
- ¿Tú crees que porque me tienes aquí dejaré de creer en la igualdad, perro bastardo? Todos somos iguales, creo en un mundo de igualdad y no diferencias. Los adinerados no podrán contra nosotros, no podrán contra un pueblo con sed de lucha, con sed de nivelar las cosas; tarde o temprano caerán, y serán derribados por nosotros. Puedes matarnos pero seguiremos ahí, seguiremos en cualquier parte del mundo por la lucha. Tú serás el primero en caer y créeme que disfrutaremos tu muerte. Yo, personalmente la estaré celebrando, ya sea en mi infierno o en mi cielo, pero tú no quedarás impute hijo de puta –al momento de decir aquellas palabras que nunca supo de dónde vinieron y con qué valentía la sacó, sintió un orgullo por expresarlas en aquél momento, aunque las haya utilizado sólo para salvar a su esposa de un hecho de violencia. Otra vez el dolor recorría sus huesos.
El omnipotente no podía creer lo que acaba de escuchar, al momento de que Víctor esgrimió aquél pensamiento, él sólo se quedó quieto con las manos en el pantalón. En toda la noche no había experimentado una rabia como la que estaba sintiendo. Se había puesto furioso, y eso era malo. Muy malo. Se abrochó los pantalones, se puso la correa. Al mismo tiempo la señora se volvió a sentar desesperada en la silla con las manos en la boca preocupada por su esposo y con una escopeta en su cabeza. Avanzó hacia donde estaba Víctor y llegó con tal ímpetu que la cachetada sonó y rechinó en toda la sala. Los dedos quedaron marcados en la mejilla de Víctor y, peor aún, comenzó con un sangrado de nariz.
- Pero quién mierda te crees para decirme eso a mí. Estúpido. Procesa lo que dijiste y arrepiéntete maldita rata asquerosa. Pensé que se te había quitado lo irreverente y subversivo, pero veo que me he equivocado. Eres un maldito inútil, eres un soñador que merece la muerte, eres una falta de respeto para la humanidad, eres la escoria de este mundo y sólo por eso no mereces vivir. ¿Cuándo entenderás que su sistema traerá problemas económicos? ¿cuándo entenderás que las cosas en la vida no son gratis? ¿cuándo entenderás que lo que piden es imposible? ¿quieres morirte de hambre de verdad? Porque con el sistema que planteas eso lograrás. Hambruna, caída económica y arrepentimiento de un sistema que sólo sueña y poco hace. Mírame y dime que te arrepientes. ¡AHORA!
La respuesta que el omnipotente esperaba se vio reflejada en un escupitajo de Víctor. El escupo ocupó gran parte de su rostro, manchando nariz y particularmente el bigote. El bigote estaba lleno de saliva, del líquido blanco pegajoso. El omnipotente sintió un olor asqueroso, rancio; se asimilaba a una alcantarilla. Eso lo enfureció más que anteriormente. Eso era más grave, era muy malo.
- Ahí está tu respuesta –Víctor sonrío, primera vez que lo hacía en la noche, y sintió una punzada de dolor en sus huesos.
…
El corazón le latía a mil por hora. Nunca se imaginó poder burlar el calabozo más cuidado de los soldados. Pero estaba ahí. Pasó de ver la oscura y fría noche a ver una oscuridad con un ambiente tenebroso. Sus manos empezaron a transpirar, se pasó la pistola a la izquierda para poder secar la mano derecha e hizo el procedimiento inverso para secar la otra. Esta vez debía hacer las cosas bien. Era de vida o muerte. Era la amistad lo que movía aquellos pies campantes y extraños en un lugar poco adecuado. La salvación tenía menos posibilidad que la perdición, pero no estaba muerto el que luchaba; no señor. Todas esas ideas venían en mente mientras avanzaba con pistola en mano. En los pasillos estaba solitario, hasta que se encontró con un militar. Se escondió. El militar rápidamente se fue y desapareció del camino, ahí pudo avanzar. Al avanzar se escuchaba los gritos de un hombre con voz ruda que hablaba de un sistema poco rentable, que no rendiría frutos y sólo llevaría a la pobreza. No entendía mucho él, en su mente sólo estaba el compañerismo. La amistad. Al parecer llegó a la puerta indicada y la abrió de golpe, apuntando con la pistola hacia al frente.
- Manos arriba –dijo el hombre atrevido.
El caos estaba por comenzar.
5
- Ahí está tu respuesta –Víctor sonrío, primera vez que lo hacía en la noche, y sintió una punzada de dolor en sus huesos.
- Manos arriba –dijo el hombre atrevido.
Ocurrió todo tan rápido. Después de aquellas palabras de Víctor se asomó Manuel. Un hombre delgado, flaco y un poco más alto que Víctor, tenía una pistola en mano. Todo se complicaba.
- Usted señor no se mueva o simplemente el plomo quedará en su corazón –dijo Manuel atrevido hacia el omnipotente. Éste aún tenía escupo en su cara, no se movió. Los soldados como si fueran unos robots apuntaron sus escopetas hacia Manuel. Cinco escopetas para un hombre que apuntaba al mandatario, al omnipotente –cuidado milicos yo que ustedes no disparo porque derechamente va al corazón de su jefe. Quiero a Víctor y su familia. Quiero a mi amigo.
- Manuel –una leve sonrisa, con cierto orgullo recorría a Víctor. Su amigo, que nunca prometió abandonarlo se hacía presente.
- ¿Tú eres idiota?, mira cuántas armas tienes en tu frente, animal. Yo que tú me entrego y podemos negociar. Veo que Víctor tiene amigos igual de irrespetuosos que él. Esto lo pagarás caro imbécil, esto se paga con sangre. ¿Sabes quién soy yo?, soy el Dios de acá y de allá, de donde quieras. Yo manejo todo, aquí no se mueve un papel sin mi autorización; ninguna persona, y menos tú, que ni logras serlo, burla mi personalidad –secando su cara del escupo –tú ni nadie va a impedir la muerte de éste inútil.
- No me haga disparar, porque yo feliz muero si lo mato a usted. ¿Cree que su poder llegará lejos?, ¿siente el poder verdad?, pero lo han de traicionar. Lo van a ver caer y no harán nada por usted. Si yo muero; muero con usted –dijo Manuel.
La situación era densa, Manuel no sabía si tenía el control o no tenía nada. Víctor tenía una leve esperanza de ser salvado y de salir bien. No todo puede ser tan malo, la vida no puede ser así de perra pensaba él. El omnipotente pensaba seriamente las cosas, tenía el control pero no del todo. La situación se había escapado un poco de las manos. La noche comenzaba a ser fría. El próximo movimiento sería crítico.
Todos apuntaban a Manuel y Víctor en una silla. La familia de Víctor ya cansados de llorar, con ojos rojos observaban la situación. Nadie sabía qué cosas a hacer.
El hijo menor de la familia de Víctor hizo un guiño a su hermana, que tenía una belleza exuberante, todo esto apuntando hacia el padre con la mirada. Ambos entendieron bien el mensaje, tenían que ayudar a papá.
Mediante gestos se comunicaron de manera poco clara pero llegaron a la conclusión de que algo debían hacer. Esa distracción de todos podía servir de ayuda. Víctor, observando a sus dos hijos, uno de quince y la joven de veinte, les hizo un gesto entregando la negativa de la acción a seguir. Sus hijos no le hicieron caso, era ahora o nunca.
La situación más densa que nunca y cada movimiento podrían ser críticos. Manuel seguía sin quitar la vista del omnipotente y su pistola tampoco dejaba de apuntar. El omnipotente miraba a Manuel y miraba a los soldados. Nadie se atrevía a nada.
Los hijos estaban decididos a su patriada, incluso, pasando a llevar las instrucciones del padre. Todos los movimientos siguientes podría ser la gloria o simplemente la sala se convertiría en una tumba. En una o en más.
Ambos miraron y asintieron. Con la mirada: uno, dos… Tres. Avanzaron hacia adelante. El movimiento fue tan poco sagaz que dos soldados se dieron cuenta inmediatamente del hecho. Igual corrieron en dirección a su padre. Todo ocurría en pocos segundos. Los soldados dispararon, uno a cada joven. El disparo penetró directamente en el abdomen y luego salió sangre a litros. El abdomen estaba destruido, cayó al suelo de inmediato y fue una muerte instantánea, su cuerpo boca abajo estaba rodeado de un círculo de sangre gigantesco. Nadie lo creía, nadie lo imaginó; el caos había llegado.
- ¡No!, ¡no!, ¡no!, ¡no!, ¡mi hijo no, mi pequeño no! –la madre fue abrazar a su niño sin ningún impedimento. Soltó muchos escalofríos del cuerpo, se movió para allá y para acá, se había vuelto loca –mi hijo no, señor, mi hijo no. Malos, gente mala. Los odio, los odio, los maldigo.
- Hijo, hijo, hijo no. No por favor, esto es mentira. Por favor, díganme que es mentira. Mi pequeño. ¡Sácame de aquí, hijo de puta! –decía Víctor.
El pequeño muchacho murió instantáneamente, mientras su hermana miraba atónita y quieta el hecho. Ella se salvó, la bala pasó cerca, su vida se había salvado; la de su hermano no. Trató de soltarse de las amarras Víctor, pero no pudo. Nuevamente comenzaba a llorar, su señora estaba completamente manchada de sangre abrazando a su hijo muerto balanceándose de un lado a otro frenéticamente. Manuel apuntaba aún al omnipotente. Los soldados también hacia él. La escena se mantenía intacta pero con un sutil sabor a caos.
- Mira lo que hicieron tus milicos hijos de puta –dijo Manuel
- Estúpidos fueron ellos. Quieren burlar leyes que no se burlan, siguen siendo los mismos inútiles. Tú, mocosa a tu asiento; tú también –apuntando hacia la joven y la madre respectivamente –sino ustedes se irán con el testarudo niño. Hijo de Víctor tenía que ser. Tú estúpido bastardo, rebelde. O te rindes o te mueres. Me agoté de esto –hacia Víctor.
- ¡Hijo de puta! –gritó Víctor desde su asiento.
- No me rendiré, me iré con justicia entre mis manos –lanzó Manuel.
- ¡Manuel, atrás! –gritó de repente Víctor.
Manuel miró hacia atrás y vio que venía un soldado a dispararle, sin pensarlo dos veces le bajó un instinto valiente y lanzó un disparo hacia el omnipotente. Tres se devolvieron de manera feroz, no sólo tres; los soldados dispararon cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez. El cuerpo de Manuel sorprendentemente voló por los aires mientras recibía los impactos de bala, que sobrepasaban cualquier límite existente. Por cada impacto salpicaba mucha sangre al suelo, recibió impactos por delante y por detrás. Manuel sin duda había muerto; salvando a su amigo, o mejor dicho tratando, había muerto.
- ¡No, no, no…! ¡Manuel no! Mi amigo no… -Víctor más que el dolor en el hueso, tenía dolor en el alma.
La bala hacia el omnipotente sólo ocasionó un rasguño menor en su brazo derecho. Nada grave. Todo estaba perdido para las tres personas restantes en la sala. La muerte había llegado. La vida humana había sido profanada por el poder y la hegemonía del omnipotente. El soldado fue ayudar con su herida al omnipotente.
- Déjame inútil. No supieron controlar una situación. Ya basta, me agoté. Terminaré con esto luego –dirigiéndose hacia el soldado.
- No por favor señor, por favor –imploraba nuevamente la señora llorando.
- Papá, papá –lloraba la joven.
- ¿Llora por su papi la niña? –el omnipotente avanzó hacia la joven –Afirmen a la madre loca. Tú cuida a Víctor. Esto les pasa por tontos y por pobres. Miren lo que logran, gente muerta –se acercaba a la muchacha –ustedes han sido los que han matado a estos hombres. Un valiente y un mocoso atrevido, merecían morir de peor forma los rotos. Tú mi amor, eres la única que resalta en su belleza y haré que reivindiques para que no seas más desobediente, si te portas bien puedes ganar mucho, cariño –estaba frente a la muchacha que estaba sentada.
La muchacha tenía miedo. Debía tenerlo. El hombre se acercó y acarició su rostro, la miró detenidamente y bajó lentamente hacia su cuello. La niña trató de detenerlo con su mano.
- Afirmen sus manos –lanzó el hombre a un soldado.
- A ella no hijo de puta, te mato –dijo Víctor sin nada más que hacer.
Luego continuó su hazaña y bajó de su cuello hacia sus pechugas, con ambas manos las tocó por encima de la vestimenta; posteriormente de forma brusca introdujo su mano por dentro y tocó sus pechos en forma redonda con bastante fuerza. Ella lloraba y gritaba.
- Tranquila amor –sonrío el omnipotente.
- Suéltame, por favor –reclamaba la muchacha.
Retiró las manos de los pechos para pasar al abdomen de la bella muchacha, por fuera, por dentro. Tocó su antojo. Ahí no acaba su acción. Todo era observado por el padre de forma rabia, estaba rojo, llorando; una madre con rabia gritando y siendo callada por una escopeta. La profanación era el actor principal de los hechos en esos momentos. Profanación, muertes, derechos, vida. Muchos conceptos dejaba el aire a la palestra; conceptos profundos y tratados sólo en una noche de terror.
Bajó su mano hacia los pantalones, por encima tocó su zona vaginal y ésta de inmediato juntó sus piernas. El hombre con tal magnitud de fuerza las abrió y él se puso delante de ella dejando sus piernas abiertas. Continuando, introdujo por dentro su mano y la tocó a su modo y a su mando. Él era el dueño de todo, el dueño de las vidas, del dinero, del poder, era el omnipotente. Tocó por dentro la vagina de la muchacha y ésta se reprimió. Introdujo los dedos por su vagina de una forma tan violenta que la adolecente lanzó un grito y trató de contraerse. No pudo, él no dejaba que la joven cerrara sus piernas. Posteriormente de toda brusquedad con que trató el tema, sacó sus dedos y los olfateó. Los pasó por su lengua y luego sonrío.
- Ha sido un gusto, ha sido un placer. Eres una buena muchacha.
El soldado sacó su mano de la boca de Víctor y el otro hizo lo mismo con la boca de la señora.
- Hijo de perra, morirás. Lo juro por Dios. Morirás –lanzó Víctor.
- No, no mi amor. No. Bastardo, poco hombre, asqueroso, perro, perro bastardo –gritaba la señora, yendo en dirección de abrazar a su hija.
La joven no se atrevió a esgrimir ninguna palabra, estaba en estado de shock. Sus ojos estaban totalmente rojos, tal como los de Víctor y su señora, sólo atinaba a recibir el abrazo de la madre y llorar.
La situación peor no podía ser, Víctor y su familia estaban recibiendo el peor castigo humano que se puede vivir. Su hija profanada, su hijo muerto, su amigo muerto, su esposa prisionera y todos torturados. Habían tocado techo, la sed de venganza recorría sus venas, pero más aún la impotencia porque nada podía hacer.
En la sala había seis soldados, el omnipotente y tres personas restantes. El caos ya se había desatado hace mucho. Esto pasaba a ser una hecatombe.
- Después de todo lo visto querido Víctor, después de estar derrotado puedes morir. Te toca –su bigote se estiró, una sonrisa de burla y poder se tomó la sala. El final estaba cerca. El final había llegado.
6
La mujer de Víctor estaba afirmada por un militar y con una escopeta en su cabeza al igual que su hija. Nada podían hacer. El omnipotente de dirigió a su máquina, dónde iniciaría el fin; los soldados afirmaron aún más las correas por si algo fallaba.
En la mente de Víctor recorría toda su niñez, juventud y la adultez. Recién comenzó a creer sobre el secreto a voces que la vida pasaba entera previo a morir, podía ver toda la vida en pocos segundos. Aún no podía asimilar el hecho de que iba a morir, nunca imaginó esperar su muerte, él tenía la ínfima esperanza de que algo ocurriera y cambiaran las cosas; la esperanza mínima se mantenía intacta.
Eso no era lo peor porque procesó, también en pocos minutos, todo lo que había dicho el omnipotente en la noche y él no estaba tan alejado de la verdad al decir que sus pensamientos liberales eran poco rentables, pese a que la forma de expresarlo y la exageración no era la adecuada. Quizás, como el caballero de bigote lo había dicho, no era el momento. ¿Existiría alguna vez la igualdad? ¿Se puede construir un mundo de tú a tú? Dudas previas a la muerte lo atacan de forma brusca y descabellada. No podía creer que el omnipotente tuviera razón en ciertos aspectos, no quería morir teniendo cosas en común con un hombre malvado y sin escrúpulos. ¿O será que el omnipotente había logrado su trabajo y había logrado penetrar ideales conservadores en una mente liberal que sólo tenía argumentos aún sin comprobar del todo?
Empezó a entender muchas cosas de pronto, mientras un silencio mortal en la sala tomaba protagonismo. El omnipotente mientras arreglaba detalles de la máquina. Había logrado entender la misión de un hombre realmente malo. No sabía si con él lo habría logrado del todo, pero sí causó estragos y logró que el hombre liberal se replanteara más cosas de las que debía, el omnipotente estaba logrando su trabajo según él. ¿Cuántos más habían pasado por la misma situación y la misma silla? ¿Cuántas mentes liberales se transformaron en mentes cambiantes?
En el fondo, siguió su replanteamiento Víctor, no es tan difícil lo que hace el omnipotente, el hecho de que exagere en su forma de actuar sólo ayuda a su propio ego y hace crecer su sed de poder, sin embargo, en el fondo la clave está en las personas, en los vulnerables, ahí es fácil de dominar. A los pobres, de bajo status social se les puede engañar con un dulce y eso es lo que hacía el omnipotente. Sus pensamientos estaban llegando lejos y estaban cerca de una verdad. La gente puede ser dominada por gente más grande, rápidamente le vino a la cabeza un tiburón comiendo a un pez pequeño. Los ideales de los pequeños (“peces”) es mucho más fácil cambiarlos y transformarlos que los más asegurados (“tiburones”), el pueblo mantiene ideales de acuerdo a sus sueños pero, la mayoría de las veces, entre ellos predomina la ignorancia, como lo que ocurría con Víctor, entonces entre ellos se traspasan pensamientos que propiamente tal, muchas veces, ni ellos comprenden. Sólo reproducen lo que se dicen entre ello, sabiendo poco el significado real de sus dichos. Por lo tanto, si le hablas de una forma diferente y llevándolos a una brusca realidad, no tan exagerada como el omnipotente solía hacerlo, el pueblo puede cambiar fácil de pensamientos. El omnipotente estaba educando a la gente a su manera, la gente ignorante es fácil de educar, la estaba moldeando con violencia, violación y muerte. Eso no era lo terrible, lo peor era que lo lograba; el omnipotente tenía el control de todo, él era el Dios del pueblo.
La reflexión de Víctor calzaba perfecto con todo lo que ocurría, sabía que el pueblo estaba siendo engañando pese a su revolución. Quizá la revolución ahora no era lo ideal, pues, con eso lograrían el proceso contrario a una liberación y eso estaba ocurriendo. Él sabía todo y no podía comunicar su verdad a nadie. Él tenía la llave de la salvación de todos, pero ahora eso no servía de nada. Él moriría, el moriría con la verdad; con la verdad de que el omnipotente tenía el control de todo, y lo tenía más si la gente armaba revolución. El omnipotente sólo jugaba su papel de furioso en esta época, pero a él le servía la revolución, le servía para cambiar mentes vulnerables, para educar a los ignorantes; en definitiva para tener control y mando. Víctor moriría, sabiendo la verdad; los otros vivirían para ser controlados por el omnipotente, el omnipotente tenía el control de todo.
- Si no me equivoco, por tu rostro, debes tener toda la verdad clara –definitivamente el omnipotente sí sabía y tenía el control de todo, incluso de las mentes. Sonrío.
Víctor, incrédulo de la predicción acertada del omnipotente, calló. Su señora, que aún abrazaba a su hija, no entendía nada mientras que la muchacha estaba perdida, en otro mundo.
- La gente que sabe la verdad, como algunos que han estado en tu lugar, tienes que saber que deben morir –dijo.
- Tú no puedes usar a la gente como títere, la gente no se merece tu manipulación. Tarde o temprano se dará cuenta –contraatacó Víctor.
- ¿Tú crees? –tono triste e irónico –yo creo que no. La gente que está afuera reclamando sus derechos son gente ignorante, son como loros: repiten, repiten todo lo que dicen los demás sin saber lo que significa cada palabra. Eso a mí me ayuda, es más fácil educar a ignorantes que educar a gente que sabe. Tú eras una mezcla de las dos, porque estoy seguro que lograste entender que tu método no es todo rentable, pero aún siguen tus estúpidas ideas. Al darte cuenta de la verdad te hace inteligente, pero tú sabes más que yo que conoces la realidad, la falsa realidad de tu sistema.
- La verdad se sabrá igual, moriré sabiendo que no he aprendido nada de ti. Moriré con los ideales que venía pensando, quizá moriré con una verdad que todo un pueblo debía saber, pero el pueblo tarde o temprano se dará cuenta porque se educarán solos y ahí caerás. Caerás –mintiendo al decir que no había aprendido.
- Sí, tienes razón, morirás.
7
La señora y su hija empezaron a llorar. No sabían de qué verdad hablaban pero su hombre moriría.
Víctor aún sentía la esponja mojada en su cabeza, tenía los cables en los pies y en el casco en posición. Por alguna razón que desconocía se sentía un poco más tranquilo, pero no estaba preparado para morir, en realidad nadie lo estaba.
- Tranquilas, todo estará bien –nuevamente mintiendo –. Tienes que cuidar a tu madre, ella necesitará apoyo fundamental. Ambas tienen que apoyarse y quererse mutuamente. Estoy seguro que después de esto irán a casa –eso lo sentía de verdad, el omnipotente más tarde sí las llevaría a casa –y mi muerte recuérdenla como valiente, he sido un mártir del pueblo y confío que ustedes, todos se darán cuenta de la verd…
Sintió un fuerte remezón en su cuerpo, miles, millones de cosquilleos bruscos y malignos atacan su figura. El dolor de huesos, que era gigantesco, pasó a segundo plano; ahora sólo sentía una exagerada descarga eléctrica.
- Eso fue algo mínimo, sólo para que te callaras –decía el omnipotente.
Era cierto, fue algo pequeño. No logró a causar inconsciencia ni mucho menos. Víctor aún vivía.
- Hijo de…
- ¡Calla y muere bastardo! –lanzó un grito lleno de rabia y furia.
Giró la perilla en forma brusca, llegando a dos mil voltios; con aquellos dos mil sólo generaba inconsciencia en Víctor, sin embargo, la giró aún más.
El cuerpo de Víctor se estremeció en aquella silla, se movía por todos lados. Soltó una extraña espuma por su boca y su piel poco a poco fue cambiando de tono. Estaba roja, aún recibía descarga y estaba roja. Las venas empezaron a marcar su cuerpo, la descarga fue de manera brutal, tanto que la piel de Víctor comenzó a quemarse lentamente; sin duda Víctor ya no existía, Víctor había muerto.
La señora de Víctor no podía hacer más que gritar y llorar por su marido, al mismo espacio que su hija se escabullía en su hombro, llorando.
El omnipotente había llegado a tres mil voltios y sonreía mientras hacía su pequeña hazaña, luego descendió la fuerza y, definitivamente, se detuvo. Víctor había muerto, objetivo logrado. Víctor se había llevado la verdad a la tumba.
- Ustedes, se irán a casa –dirigiéndose a la familia -. No me quiero enterar de que andan divulgando lo que ha sucedido hoy. Hoy, justamente, no ha sucedido nada. Me entero de algo y, bueno –sonrío –ya saben lo que ocurre. Llévenlas –entregando instrucciones a los soldados.
- Te odio, te maldigo, –la señora escupió al suelo –te maldigo con todo el corazón.
Cada vez más lejos se sentía los reclamos de la señora, acompañada de su hija. Quedó el omnipotente y el cuerpo de Víctor, acompañado de dos soldados más, los otros se habían retirado.
El cuerpo de Víctor se encontraba rojo y con venas marcadas en su cuerpo; la imagen era cruel, no obstante, para el omnipotente tenía cierto significado de gloria, de poder, de triunfo.
- Así mueren los de tu raza –le dijo al cuerpo inerte –. Retírenlo de ahí. Llévenselo –hacia los soldados.
El omnipotente se arregló su terno, que tenía un pequeño rasguño en el brazo derecho, y tenía la disposición de retirarse. Estaba con su sonrisa perfecta. Más tarde, seguramente, seguiría con su hazaña de educar al pueblo para tener control sobre él; hasta el momento las cosas estaban saliendo como a él le gustaban.
Años más tarde, como las paradojas y las grandes mentiras de un presente engañoso, seguramente ahí, en la cárcel, se instalaría un congreso en defensa de los derechos humanos, y él sería el director. Total, el presente, en ocasiones, se construye de mentiras y caretas; uno nunca sabe quién es quién verdaderamente, sólo vemos una realidad que nos quieren mostrar pero pocas veces sabemos la real verdad. El mundo actual se construye de paradojas e ironías.
Él avanzó hacia la salida, mañana tendría otro caso similar que trabajar y mucha gente que educar. Salió campante y feliz, con los deseos más buscados del ser humano. Sonriente, intacto, controlando las cosas; en definitiva tenía todo a sus pies, era el Dios del pueblo, tenía el poder que lo llevaba a ser, en el pasado, presente y futuro: el omnipotente.
Nota del autor
Constante lector, el fin del mini libro que está en vuestras manos no es, bajo ningún punto de vista, para llenarme de felicitaciones ni menos de aplausos; de hecho no los espero. Lo que sí espero es lo contrario: críticas constructivas que me sirvan para mejor mi calidad de principiante.
Este mini libro (como lo llamo yo), no ha sido creado con tintes políticos ni mucho menos para criticar a cierto lado de la política. Sé que quizás no crean en mi palabra, pero puedo dar fe que la creación no pasó por un tema político sino más bien pasó por una reflexión propia, que el buen lector sabrá identificar en el propio escrito; y dicha reflexión, de verdad, no está tan apegado a la política. También sé que la objetividad es un tema complejo, puesto que pocas cosas suelen ser objetivas; sin embargo, me atrevo a decir que traté el tema con la mayor objetividad que pude, dejando puntos altos y bajos para ambos lados. Es de importancia para mí que quede claro que el libro no lo hice pensando en colores de política (disculpen por lo majadero).
He tratado de ser meticuloso con el trabajo, dejando nada al azar y revisando mucho los temas tratados. Informándome, incluso, sobre todo lo tratado, desde el léxico hasta el tópico expuesto, como se debe.
Espero que haya sido un agrado leerlo y, de antemano, soy un agradecido por el tiempo que tomaron en mirar las hojas.
Sin mucho más que decir, y sólo agradecer, me despido. Que no sea un adiós, sino un hasta pronto.
Atte.
El agente del caos.
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