Cuatro en uno.

SEGUNDA PARTE: "Velocidad, ataque y un mentiroso"

Sin darte cuenta estas conviviendo con el enemigo; el enemigo que puede ser tu mejor amigo...

Metro de Santiago, Santiago de Chile 02:43. 3 de agosto del 2010.
El escenario era el siguiente: Amaya, sin ningún arma, estaba aferrada a los fierros que estaban apegados a las sillas; el detective pegado a la puerta con el brazo estirado y apuntando a los tres restante cada cierto rato, más cercano al agente estaba el carabinero alarmado, con pistola en mano, por la presencia de todos y con cierta rabia por la altanera forma de ser del detective; el delincuente con el cuchillo en la izquierda y la pistola en la derecha. A ratos el tren se oscurecía, de forma leve, cuando pasaba por los túneles y ahí todos se intimidaban.
El tren de un momento a otro comenzó a aumentar la velocidad, para luego, frenar en seco y lanzar lejos a las cuatro personas que se encontraban ahí. El tren frenó en medio del túnel, que a esa altura nadie sabia cuál era la siguiente estación, y todos quedaron perplejos con lo que ocurría.
La misma voz de la vez anterior se volvió a escuchar en el tren: CUATRO, TRES, DOS, UNO... y las luces se apagaron, todos asustados de manera igualitaria, y empezaron los gritos al unísono de las cuatro personas: ¡¡¿Qué chucha?!!, ¡¡¿Qué mierda?!!, ¡¡la luz!!. Después de ciertos minutos, que no fueron pocos, se escuchó el grito de Amaya, un grito desgarrador y que hasta se podría interpretar de dolor. Después de aquel grito las luces rápidamente volvieron a encenderse pese a que el tren seguía detenido; la sorpresa para todos es que la única mujer del tren se encontraba con un corte horizontal, no tan profundo, que sangraba en demasía; al parecer el arma utilizada era un cuchillo y todo esto se comprobó cuando en el medio del lugar se encontraba ese cuchillo bañado en sangre; rápidamente las miradas apuntaron al delincuente, ¿Quién más tenía el cuchillo?, él mirando a todos, apuntando con el revolver y tirándose para atrás a la misma vez. Empezó a tartamudear y a gritar: ¡Yo no fui! ¡por la chucha, yo no fui! Alguno de ustedes me quitó de la mano el cuchillo y atacó a ella, pero yo no fui; uno de ustedes fue, yo no.
La mujer se sacó su chaleco, por consiguiente, se lo puso en el brazo presionando la herida y empezó a repetir varias veces: ¡no me hagan nada! El detective y el carabinero se miraron y juntos se acercaban a el delincuente, el tipo con el arma dijo: no se acerquen sapos culiao, que yo no fui...quizá uno de los dos fue y se está haciendo el huevón. Ambas autoridades se miraron con enojo y se disponían a avanzar con todo hacia el delincuente pero en ese instante el tren agarro una velocidad incontrolable e indescriptible y ahí todos empezaron a gritar. De manera súbita todos se cayeron al piso del tren y todos se golpearon muy fuerte. Cuando el tren disminuyó la velocidad se pudo divisar que se encontraban en la estación Grecia.
Amaya aún en el piso, bastante adolorida, sangrando y golpeada, observó que debajo de los asientos del metro había un arma o, más bien dicho, dos arma: una pistola, que era mejor que la de los demás y un palo de tamaño respetable; con el descuido de los demás ella aprovechó de tomarlas y mantenerlas en su poder. El pensamiento de ella era claro: alguien planeó esto y todo estaba puesto en su lugar dejando nada al azar, muy equivocada no estaba, pero ella se preguntaba ¿por qué la favorecerian a ella? Muchas preguntas para ninguna respuesta.
La herida estaba protegida, por lo menos por un tiempo lo iba a estar, ella se quedó mirando a todos mientras el detective y el carabinero se disponían, nuevamente, a ir en contra del delincuente; fue en ese momento que el tren se detuvo en la estación Los Presidentes. Ya eran las 03:07 am, el lugar estaba oscuro, y Amaya lanzó: no me vengan a pasar por imbécil, el próximo que me ataque no duden que ocuparé esto (enseñando las armas que tenía). El metro se detuvo ahí, se veía poco y nada, luego empezó a emprender el viaje. Todos se miraron y el agente como vio que estaban en un lugar despejado (por el trance entre las estaciones Los Presidente y Quilín) sacó su celular y cuando se dispuso a marcar el tren nuevamente agarró una velocidad tremenda hasta llegar al punto de que el celular volara y quedar sin ningún tipo de comunicación. Llegaron a la estación Quilín donde ahí no se veía nada, todos asustado retrocedieron y cada uno con su arma protegiéndose. El agente dijo: ¡el celular! ¡el celular! ¡por la mierda! ¡el celular no sé dónde está! Mientras dijo esas palabras, ahora se escuchó un disparo y el grito esta vez fue del delincuente, las luces del tren se encendieron y el delincuente se encontraba sentado apoyandose en la puerta del tren con el brazo baleado y con el cuchillo con sangre al lado de él, al parecer volvió a agarrarlo para tener armas para protegerse. Las miradas se fueron hacia el carabinero. La pistola descansaba en el suelo.
Antes todo apuntaba al delincuente, ahora al carabinero; cada minuto que pasaba se volvía más confuso y claramente estaban conviviendo con el enemigo.
¿Quién atacó a Amaya? ¿Quién disparó al delincuente? ¿Quién es artífice de todo esto? Preguntas que, como las demás, aún no tienen respuestas.
Continuará.

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