1984

Marchaba por un claro pasillo con la sensación de andar al sol y un guardia armado lo seguía. La bala tan esperada penetraba por fin es su cerebro.
Contempló el enorme rostro. Le había costado cuarenta años saber qué clase de sonrisa era aquella bajo el bigote negro. ¡Qué cruel e inútil comprensión! ¡Qué tozudez la suya exiliándose a sí mismo de aquel corazón amante! Dos lágrimas perfumadas de ginebra, le resbalaron por las mejillas. Pero ya todo estaba arreglado, todo alcanzaba la perfección, la lucha había terminado. Se había vencido a sí mismo definitivamente. Amaba al Gran Hermano.
<< George Orwell; 1984. >>

<< La bala por fin penetró en nosotros. >>

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